domingo, 20 de enero de 2013

1. AJENO.


La pérdida ahora es más dura que en ningún otro momento. Incluso superior a la posible pérdida de mi vida, porque por mucho que se tema a la muerte, la vida es todavía más terrorífica. ¿La razón? Morimos, simplemente morimos, pero la vida encierra muchos sufrimientos a los cuales te debes enfrentar, por lo que la muerte es la solución de los débiles. En efecto, una mala solución. Por mucho dolor que contenga nuestro día a día, nuestra vida es un regalo. Un regalo que no debemos rechazar. Gente que nace y no tiene la oportunidad de vivir, porque a los pocos días muere por cualquier clase de enfermedad congénita. Por ellos debemos exprimir cada gota, cada momento, cada pequeño detalle, para darle un sentido a todo lo que nos rodea. Quedarnos de brazos cruzados, nunca ayudará.
Después de dos meses maravillosos, los mejores de mi vida para ser exactos, vuelvo a aquella época en la que todo se pintaba de color negro. La única diferencia es que ésta vez vuelve con más fuerza. Donde antes había amistad, ahora hay amor, donde antes habían risas, ahora hay lágrimas. Nunca fui tan consciente de lo dolorosa que es la distancia, hasta este momento, y eso que hace unas horas estaba justo a mi lado. El trayecto ha sido forzoso, doloroso y anegado de lágrimas. Porque no hacía otra cosa que llorar, mi acompañante me miraba extrañado, un hombre de unos treinta años que amablemente, me ofreció un pañuelo que no pude rechazar. A partir de ahí me calmé y comencé a pensar. ¿Qué haría yo ahora? Concentrarme va a ser difícil, y la universidad no es lo que se dice la cosa más sencilla de mundo, y menos una carrera de medicina, que tiene bastante tela.
Ahora mismo me encuentro agarrando mis maletas, con una mochila en la espalda y completamente helada de frío. Estoy en la acera de enfrente de la estación, esperando a mi taxi. Llevo unos cinco minutos, y ni rastro de él. Mi cálido chaquetón no es capaz de guardar todo el calor que debería para sentirme una persona humana. Tirito a la vez que giro la cabeza en dirección izquierda, en busca de algún tipo de vehículo oficial. Mientras tanto consigo las fuerzas necesarias de coger el móvil y escribirle un mensaje a Liam.
<<Samantha- Ya estoy aquí, te echo de menos.>>
Ni me molesto en guardarlo de nuevo en el bolsillo, porque sé que Liam es un rápido receptor y más todavía emisor. En cuanto puse un pie en las escaleras le dije que le llamaría en cuanto llegase, pero tengo los labios congelados y me vería incapacitada para hablar. Quién diría que llevo toda mi vida viviendo en el Reino Unido, parezco una turista.
Después de tres minutos de reloj, por el horizonte se acerca un taxi, rezo para que sea el mío, y efectivamente, lo es. El taxista sale alegremente del vehículo dándome los buenos días y me ayuda a guardar las maletas en el maletero. Le doy las gracias con una sonrisa y de repente todo ocurre muy rápido. Un montón de flashes se precipitan sobre mí. Una masa incalculable de gente se lanza sobre mi persona y me obliga a echarme a atrás. Tan rápido como puedo me adentro en los asientos traseros del coche y noto cómo el móvil vibra en mi mano. Liam. Miro asustada a los periodistas que chocan contra el cristal y contemplo cómo el taxista les pide que se aparten. Después de unas cuantas amenazas, se rinden ante él. Suelto un largo suspiro y abro el mensaje recibido.
<<Liam- Estaré contigo más pronto de lo que piensas, te lo prometo.>>
Su respuesta me obliga a esbozar una sonrisa. No puedo pedir nada más, tengo a un chico maravilloso que me quiere y que mataría por estar conmigo. Y yo no haría menos, ahora mismo haría todo lo que estuviera en mi mano para estar con él. Hace un mes me propuso la idea de que les acompañase durante la gira, pero automáticamente descartó esa temeraria idea. Yo me negué rotundamente, como era de esperar. Porque por mucho que quiera estar a su lado, necesito estudiar, no puedo vivir de Liam, tengo que sacar mis propios medios y cumplir la promesa que le hice a mi abuelo Carl.
Mi salvador, el taxista, se sienta en el asiento de piloto y cierra la puerta al instante para evitar que entre más frío. Enciende la calefacción y antes de arrancar el coche, me mira extrañado. Es comprensible, yo tampoco estoy acostumbrada a ser una persona conocida. Siempre he sido invisible, pero ahora todo el mundo conoce mi nombre y mi historia. Más bien soy la novia de Liam Payne.
Taxista- ¿Puedo preguntar qué acaba de ocurrir?
Samantha- Es una larga historia, señor. Dejémoslo en que tengo un poco de fama por estos lares.
El viejo hombre suelta una carcajada con su voz raspada. Me recuerda mucho a la de mi padre cuando está constipado. Echo de menos a mis padres. Nunca he salido de casa para no volver, y se me hace extraña la idea de que ahora sea la pura realidad. ¿Qué pinto yo en una gran ciudad como es la de Cambridge? Me siento como una hormiga a la que pueden pisotear cuando le plazcan.
Le indico al taxista que me lleve hasta la residencia West Road. Está justo al lado de la universidad y a diez minutos del centro de la ciudad. Es perfecta, porque ofrecen un servicio de comedor, y no me veo obligada a sobrevivir con mis recetas. Tampoco tendré tiempo, prefiero emplearlo en estudiar. ¿La pega? Habitaciones compartidas. No soy una persona a la que le guste vivir en convivencia, pero no puedo negarme. Tendré que soportar al engendro que me planten al lado, seré capaz, supongo.
Después de quince minutos, el taxista aparca frente al edificio más increíble que he visto en mi vida. Ya lo había visitado antes, pero no puedo evitar asombrarme cada vez que lo veo. Bajo del coche con la boca entreabierta y saco mis maletas del maletero. Le pago lo indicado en el contador al taxista, que se despide con una sonrisa. Me quedo anonadada ante las vistas que estoy contemplando. Es algo ajeno, superior a lo que tengo costumbre a presenciar. La gente se acomoda en sus habitaciones, alegres, haciendo amigos.
Empiezo de cero.

2 comentarios:

  1. :O está super bien escrito, e ha encantado! ^_^
    La otra novela nunca encuentro tiempo para leérmela y me he quedado un poco atrasada... cuando pueda me la leo. :)

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    1. Ohhhh, Ana, cuanto tiempo, te creía desaparecida jajajaja.
      Muchísimas gracias, en serio, y no te agobies, todo el mundo tiene que estudiar, y a todo el mundo le parece un rollo... Un beso. :)

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