sábado, 5 de enero de 2013

16. BÚSQUEDA.


Todo es oscuro. No hay un ápice de claridad. Sin luz. Oigo el ruido de sirenas. No puedo abrir los ojos. Se han convertido en plomo. ¿Qué ha ocurrido? No recuerdo nada. ¿Dónde estoy? Misma respuesta. Estoy envuelta en sombras y dolor. Siento cómo la muerte se acerca. Lenta. Terrorífica. No puedo defenderme. Estoy indefensa. Sólo puedo dejarme llevar. Es mi destino. De pronto noto cómo me llevan, me posan sobre una superficie tensa. Incómoda. Pero no más incómoda que entre los cristales en los que me encontraba tumbada. Me transportan en una camilla. O al menos eso parece. Oigo ruidos. Voces. Me dicen que me calme. Y no puedo estarlo más. No puedo hacer nada. Sólo puedo esperar.
LIAM.
Todo ha ocurrido muy rápido. Todo empezaba con una declaración. Y ha acabado en desastre. No sé nada de ella. Sólo sé que estoy en una cama de hospital. Rodeado de enfermeras que me hacen pruebas. Ninguna contesta a mis preguntas. Llevo 5 minutos despierto y ya tengo ganas de volver a dormir. Su silencio significa que algo malo pasa. Algo malo le pasa. Quiero salir de aquí.
Liam- Por favor. Díganme lo que sea. Se lo suplico.
Enfermera- No tenemos órdenes de informarle. Lo sentimos.
Sus pésames no son suficientes para mi. Necesito verla. Saber que está bien. Y si no lo está... ¡No! Tiene que estar bien. Me odio a mí mismo. Debería de haberle insistido con lo del cinturón. No debería de haber parado el coche en medio de la carretera. No debería de haber intentado declararme en ese momento. Tendría que haberlo hecho cuando la dejara sana y salva en su portal. Pero me he comportado como un idiota. Y ahora he de pagar las consecuencias.
Me han puesto un collarín. Y me han dado un par de puntos en la ceja. Nada irremediable. Pero desconozco el estado de ella. Sufrió el mayor impacto. Yo mismo ví con mis propios ojos cómo atravesaba el cristal. Ví cómo permanecía inerte. Viví todo el dolor que ella sentía. Intento convencerme de que no ha muerto. Aunque eso explicaría el silencio de las enfermeras. No puede morir. No puede morir ni por mi culpa ni por la de nadie. No se lo merece. Debería de haberme llevado yo el mayor golpe. No un pequeño impacto contra el volante. Ojalá no hubiera podido ver cómo la sangre le salía por todas partes. Cómo su cuerpo inerte sufría hemorragias. Nada más pensarlo se me remueve el estómago. Sam es fuerte. Lo superará. Debe hacerlo. No aguanto más el silencio de las enfermeras.
Enfermera- ¡Eh! ¿Qué haces?
Me levanto de la cama sin su permiso. Me quito el collarín. Me duele, pero la adrenalina se apodera de mí y no siento nada. Se me nubla un poco la vista pero luego percibo todo a la perfección. Las enfermeras no se molestan en pararme. Al ver que me las puedo manejar yo solo. Amor al arte, lo llaman.
Enfermera- No deberías hacer eso.
Liam- Hay muchas cosas que no debería haber hecho.
Abro la puerta y al salir pego un portazo. Estoy enfadado. Y también me siento culpable. Todo esto ha sido por mi culpa. No sé a dónde ir. Estaba inconsciente en cuanto me subieron a la ambulancia. Los pasillos están a reventar de puertas. Puertas con gente enferma. Con su familia preocupada. Gente a punto de morir. A punto de salvarse. He de encontrarla. Pero no sé cómo. Me decido por ir a la izquierda. Hay algunas puertas entreabiertas por las que me asomo. Pero ninguno de los pacientes es ella. ¿Dónde puede estar? Aquí habrá miles y miles de habitaciones. No puedo encontrarla yo solo. Necesito ayuda.
Paso delante de un espejo. Me paro en frente de ese rostro demacrado en el que se ha convertido mi cara. Tengo ojeras. El cuello ensangrentado y amoratado y las ceja con pequeños hilos de sangre. La adrenalina abandona poco a poco mi cuerpo y empiezo a sentir dolor. Pero es secundario. Sam es lo primero. Dejo atrás el espejo y continúo con mi búsqueda. Me voy a volver loco. Al final llego a la cafetería. Voy en busca de una cara conocida, o de una bata blanca que me pueda ayudar. No veo nada. Me adentro a la sala y me acerco a la barra. Al sentarme sobre el taburete la camarera me pone un vaso de agua fría delante. Tiene que tener mi edad. Cuando la miro veo que está esbozando una pequeña sonrisa.
Liam- Muchas gracias.
Camarera- No las des. ¿Te has escapado?
Liam- No aguantaba más, no contestaban a mis preguntas. Parece ser que no me lo merecía.
En cuanto me fijo en la camarera se me rompe el corazón. Es clavada a Sam. El mismo pelo y los mismos ojos. Sólo que Sam los tiene más grandes y brillantes. Y los labios. No. No son los mismos. Se ha dado cuenta de que la observo, así que me sonríe. No es como Sam. Para nada. Pero me pongo un poco rojo cuando lo hace.
Liam- Lo siento, me recordabas a alguien.
Camarera- No te disculpes. Oye, no es por nada, pero te veo un poco... Mal. ¿No deberías subir a tu habitación?
Liam- Pues... Dime tu nombre.
Camarera- Annie.
No puede ser. El segundo nombre de Sam es Anne. Demasiado similares. Me aguanto las ganas de llorar. Debería estar buscándola, pero necesitaba un respiro. No he tocado el vaso desde que me lo ha dado. Así que lo cojo y me lo bebo todo de un trago. Refrescante. Lo necesitaba. Tenía la garganta como el esparto.
Liam- Pues mira Annie. ¿Sabes lo que es que no te digan cómo se encuentra la persona hospitalizada por tu culpa de la que estás enamorado?
Annie- La verdad es que no. Pero supongo que no piensas quedarte enganchado a un gotero.
Liam- Has acertado.
Le entrego el vaso vacío y le vuelvo a dar las gracias. Ahora el dolor es más fuerte. Me duele todo. No sólo el cuello y la cabeza. Las piernas no las siento. Y los brazos me pesan como si fueran un par de rocas. Pero hago un esfuerzo para bajarme del taburete. Me cuesta una vida. No pensé que estuviera tan mal. Pero no es hora de compadecerse de mí mismo.
Annie- Eh, chico enamorado. ¿Cuál es tu nombre?
Liam- Me llamo Liam.
Annie- Un placer, Liam. Busca a tu novia.
El haberme girado para mirarla y contestarla me ha sugerido un esfuerzo. Un gran esfuerzo. Pero debía hacerlo. Salgo de la cafetería y pienso a dónde puedo ir ahora. Recepción. Allí me atenderán. Voy en busca de un mapa para situarme. Al girar la esquina lo encuentro en la pared. Señalo con el dedo dónde me encuentro y busco la entrada. Tengo que bajar dos pisos. Creo haber visto los ascensores un par de metros de aquí. Camino por el lado izquierdo y al final llego. Espero hasta que se abren las puertas y a que salga un hombre mayor en silla de ruedas empujado por una enfermera de mirada perdida. Me meto dentro y pulso el 0. En cuanto se abren las puertas salgo y busco al recepcionista. Está en medio de la estancia. Corro hasta ponerme en el mostrador e intento contener las ganas de gritarle.
Liam- Hola, ¿me podría decir en qué habitación reside la paciente Samantha Anne Holoway?
Recepcionista- ¿Es pariente?
Liam- Soy... su novio.
El recepcionista no parece convencido, pero no le dá demasiada importancia y me indica su posición. Está en la habitación 323 en la cuarta planta. Le doy las gracias al recepcionista y me meto de nuevo en el ascensor. Pulso el 4 varias veces con insistencia hasta que las puertas se cierran. 323. 323. No puedo olvidarlo. Aunque me duele tanto la cabeza que no me extrañaría perder el conocimiento en dos segundos. Pero he de aguantar. Estoy cerca de Sam. Muy cerca. Las puertas se abren y salgo estrepitosamente del ascensor. Miro a las dos filas de puertas mientras camino hasta encontrar la de Sam. 323. Por el camino veo a dos personas que me suenan mucho. Cuando me acero las reconozco a la perfección. Son los padres de Sam. La madre está envuelta en los brazos del padre. Aparentemente llorando. ¿Por qué lloran? ¿Qué le pasa? Me acerco a ellos con rapidez. En cuanto llego a la puerta se separan y me ven. Les cuesta unos segundos reconocerme. Pero en cuanto Catherine lo hace empieza a llorar desconsoladamente. Su marido le pasa un brazo por los hombros y se apoya en su cabeza. Ese gesto es suficiente para que me alarme.
Abro con brusquedad la puerta de la habitación y me adentro. Las persianas están bajadas hasta la mitad. No hay mucha luz. Solamente la suficiente. Cuando me asomo veo un bulto cubierto con una sábana blanca. Es Sam. Nadie lo diría. Lleva un collarín igual que el que llevaba yo. Pero ella tiene la cabeza envuelta en vendas. Y tiene el rostro mucho más demacrado que yo. Está muy pálida. Pero me alivio al ver que su pecho sube y baja con regularidad. Respira. Está viva. Me acerco a la ventana y subo un poco la persiana para verla mejor. No quiero despertarla. Pero no puedo contener las ganas de querer tocarla. Sentir su mano envuelta en la mía. Que me la apriete de vez en cuando. Quiero sentirla. Que esté conmigo.
Me acerco una silla y la pongo al lado de su cama. Me siento con cuidado de no hacer mucho ruido. Tiene la mano izquierda recta. Le han puesto un gotero. La mano derecha la tiene sobre el pecho. Se la cojo con delicadeza y la muevo entre mis dedos. Observo su rostro. Tiene puestos los tubos. Me duele verla así. Y saber que es por mi culpa me duele todavía más. De repente noto que se desprende de mi mano. Se está despertando. Veo cómo abre los ojos lentamente. Intentando orientarse. No sabe donde está. De pronto me encuentra. Encuentra mis ojos. Pero los mira de forma extraña. Está asustada. Está arrugando el entrecejo.
Liam- Sam...
Samantha- ¿Quién eres?

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