sábado, 5 de enero de 2013

46. FAMA.


SAM.
No hay nada más maravilloso que despertarse con el canto de los pájaros. Me siento como en un cuento de hadas. En el que todo es posible. Sin límites. Sin paredes que me opriman. Me gustaría vivir encerrada entre alguno de esos increíble renglones. Saber que siempre habrá un 'Y vivieron felices y comieron perdices'. Que todo es predecible. Todo es puro amor. Donde cualquier mal se cura con un beso. Quiero un mundo así. Un mundo así se acerca a mi ideada perfección. Soñar es gratis.
Hablando de sueños. No recuerdo haber soñado nada hoy. Lo habré olvidado. O simplemente no habré soñado con nada. Mi mente es como un ovillo de lana alborotado. No hay quien lo arregle. Ayer produje cambios, cambios drásticos. Sobre mi forma de ser y actuar. Donde la fuerza siempre esté de mi parte. No volveré a ser la blandengue de siempre. Encerrada en su habitación. Eso se acabo, y espero que para siempre. Dicen que eres como eres y punto. Tú puedes cambiar tu forma de ser como te plazca. O puedes ser diferente dependiendo de con quién te encuentres acompañado. Inconscientemente somos de forma distinta con cada persona. Con unos más alegres, con otros más gruñones. Es inevitable. Pero la base de una personalidad, si quieres, puedes cambiarla. Aunque en el fondo sigas siendo esa otra persona, puedes cambiar. Solo si tú quieres. Ahora es mi cometido.
Salgo de la cama con asombrosa dificultad. Realmente me quedaría aquí un rato más. Envuelta entre mis suaves y cálidas sábanas. Complaciente. Feliz. Esa sensación es inusual en mí. ¿Forma parte de mi cambio? Nunca llegué a pensar en efectos secundarios.
Camino ya con más alegría hacia mi espejo de cuerpo entero donde contemplo mi reflejo con la cabeza torcida. Suelto un largo y profundo suspiro y me rasco la cabeza. ¿Qué le pasa a mis ojos? Ya recuerdo. Si no recuerdo haber soñado nada es porque no he dormido. He pasado más de media noche en vela. Por eso me he despertado con sueño y sin ganas de poner un pie en el suelo. Desecho mi estúpida idea de los efectos secundarios. Me acerco el dedo índice a las bolsas situadas debajo de mis ojos. De un extraño color colorado. Parece que me han pegado un puñetazo en el ojo. Tendré que recurrir al maquillaje.
Dejo atrás mi reflejo del espejo para dirigirme al baño. Hay más luz en él que en mi habitación, por lo que me veo obligada a entrecerrar los ojos. Agarro el cepillo y comienzo a pasarlo por mi pelo. En una lucha aparentemente interminable en la que al final lo consigo y venzo a mi enredado pelo. Cojo de la estantería el maquillaje de mi madre y me pongo un poco en la zona morada. Listo. No hay ni rastro de sueño en mis ojos. Sonrío al espejo y salgo del cuarto de baño para cambiarme.
Abro el armario de mi cuarto de par en par y de él saco una camiseta blanca de manga corta y unos pantalones de chandal grises cortos. No tengo ganas de arreglarme. No es mi plan salir hoy de casa. Camino por el pasillo asomándome a las puertas abiertas y cuando llego a la habitación de mis padres, veo que la puerta está abierta y que en el interior no hay nadie. La cama está hecha. Bajo extrañada las escaleras. ¿Dónde se han metido ahora? A lo mejor han quedado pronto para desayunar con unos amigos. Suelen hacerlo, pero también suelen avisarme para ir con ellos. Antes de tocar el suelo del bajo me veo obligada a sujetarme a la barandilla e instintivamente me llevo la mano al corazón.
Samantha- ¡¿Pero es que me quieres matar?!
Dios mío. El posible peor susto de mi vida. Siento cómo mi corazón está a punto de estallar. Ya no puedo ni caminar tranquila por mi casa. Me veo obligada a sentarme en uno de los escalones para respirar. Los nervios me han hecho reír y ahora no puedo parar. No me puedo creer que esté tan tranquilo mirándome desde la silla del comedor. Casi me da un patatús.
Liam- Menuda exagerada. Por cierto, tus padres te han dejado una nota diciendo que iban a casa de tu abuela. Me han dejado la puerta de atrás abierta. ¡Buenos días!
Samantha- ¿Buenos días? Buenos infartos es lo que das tú.
Liam suelta un profundo y largo 'Oh' que suena a falsa lástima. Se pone en pie y continuando con su sintonía se acerca hasta mí con los brazos extendidos. Intento rechazarlos, pero es imposible deshacerse de él. Al final me acaba apretando tanto que me hace toser. No, no tiene suficiente con darme la alegría del día. Ahora doble asesinato.
Me indica que me siente en el sofá mientras él desparece de la cocina para aparecer de nuevo con un bol de cereales con leche. Se sirve un vaso de batido de chocolate. Comienzo a tomarme los cereales con desgana. No tengo mucha hambre en especial, pero el desayuno es la comida más importante del día, ¿no? Así que me lo termino rápido escuchando cómo Liam me cuenta el sueño tan extraño que ha tenido hoy. En el que yo aparecía. Ambos huíamos de una especie de gárgola gigante. Cuando me pregunta lo que significa no sé qué contestarle y empiezo a reír. Menudo elemento. Dejo el bol vacío en la mesa y me abrazo las piernas.
Samantha- Bueno, ¿de qué hablaremos hoy?
Liam- De algo que solo podemos hablar en un sitio. ¡Ven!
Me agarra de la mano y ambos salimos de la casa por la puerta principal. Cruzamos sin preocuparnos en mirar a ambos lados de la carretera y me obliga a subir a la casa de árbol. Como aún sigo riéndome, me tiene que empujar por la espalda para que suba. Cuando ya estamos los dos nos sentamos en el estrecho espacio. Pensé que quedaría más grande, pero apenas podemos ponernos en pie sin darnos con la cabeza en el techo. Bueno, yo no me doy.
Liam- Hablaremos de secretos, y los secretos han de hablarse en la casa de los secretos, ¿no crees?
Samantha- Supongo. ¡Adelante!
Liam- Pues mira, te voy a contar un secreto mío: Me dan miedo las cucharas.
¿Las cucharas? ¿A quién le dan miedo las cucharas? ¿Acaso tienen algo de terrorífico? A lo mejor han hecho una película de miedo sobre cucharas y yo no me he enterado. Traumas infantiles. Bueno, sé que le dan miedo als arañas, ¿pero las cucharas? La verdad es que me resulta hasta cómico, pero evito reirme. Al ver mi mirada perdida, comienza a explicarse.
Liam- De pequeño, tuve una mala experiencia con una cuchara. Estaba comiéndome un flan, cuando de repente me atraganté con la cuchara. No me preguntes cómo sucedió, porque no tengo ni idea. Pero desde entonces no puedo tocar una cuchara. Malos recuerdos.
Samantha- Mira que es difícil.
Mi comentario le hace reír. Suelta una sonora carcajada que retumba en toda la casa de madera. Aquí eso es un peligro, da la impresión de que se vaya a desplomar en cualquier momento. Por eso extiendo los brazos a los lados para tocar las paredes y mantenerme en equilibrio. Esto le hace soltar otra carcajada.
Liam- Ahora uno tuyo que me contaste hace ti...
Samantha- ¡Para, para, para! Estoy harta de escuchar cosas sobre mí, es a tí a quien no recuerdo.
Mi interrupción le hace cerrar la boca. Se ha quedado petrificado. Mi tono de voz ha sonado fuerte e imponente. Ahora que lo pienso puede haber dado hasta miedo. Un poco más y parecería que gritase. Le pido perdón entre risas y para hacer la gracia se separa unos centímetros de mí hasta chocarse contra la pared.
Liam- A sus órdenes, señoría. Pues te voy a contar algo. Algo que ya es hora de que recuerdes.
Samantha- Sorpréndeme.
Liam- ¿Te acuerdas cuando en el hospital fueron a tu habitación cuatro chicos a lo que no conocías? Efectivamente, One Direction. ¿Recuerdas que dijiste que faltaba un miembro del grupo? Pues bueno, aquí lo tienes.

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