sábado, 5 de enero de 2013

58. DESACORDE.


Caminamos, más bien, Liam camina, de vuelta hacia nuestro barrio. Me agarro a su cuello con los brazos y con las piernas a su cadera. No da señales de cansancio, por lo que no me muevo ni un centímetro de mi posición. Conocer la historia de El Claro del Tocón ha sido una gran experiencia para mí. Los recuerdos no han venido a mi mente, pero he aguardado el momento como si se tratase de una historia que nunca he vivido. Como si me contaran un cuento sobre una vida desconocida. Y con aquellos pensamientos, no me ha dolido tanto el no poder recordar ni una sola de las palabras que Liam pronunciaba. Pero no se ha disipado por completo, queda una fuerte marca de pesadumbre. Me resulta odiosa ésta situación. Quiero saberlo todo por mí misma, no mediante historias que intenten hacerme recordar. Pero mis palabras no cambian nada de lo que sucede.
Después de los que calculo que son unos quince minutos, llegamos a nuestra calle. Me bajo de la espalda de Liam, que a continuación se estira frotándose a la vez los riñones. Nos acercamos hasta mi portal. Mis padres ya deben de haber vuelto, porque nuestro coche negro está aparcado en frente de la puerta. Me giro para contemplar el rostro de Liam, paciente.
Liam- Cuando termines de comer me llamas y hablamos sobre ésta tarde.
Samantha- De acuerdo, hasta luego.
Me da un sonoro beso en la mejilla que me hace reír y se despide con un gesto de la mano. Saco del bolsillo las llaves y abro la puerta con mi habituada lentitud. Al abrir la puerta me encuentro con que no solamente están mis padres en casa. En el sofá del salón se encuentran dos chicas de unos 13 años. A una de ellas la reconozco al instante. Es mi prima Lucy, pero desconozco la identidad de la chica rubia de pelo corto y liso que me mira con unos inquietantes ojos azules.
Samantha- ¿Hola?
Lucy- Tu madre está en la cocina y tu padre en el garaje.
Levanto el pulgar en señal de aprobación y me dirijo a la cocina donde encuentro a mi madre rebuscando agitadamente entre los armarios. Como es igual de bajita que yo, se ve obligada a ponerse de puntillas. Saca una sartén provocando un sonoro choque entre los demás utensilios que se encuentran en el armario. Al cerrar la puerta de este se lleva un susto al verme asomada por la puerta.
Catherine- ¡Vaya! Pero si tengo una hija.
Samantha- Eh, que sois aquí vosotros los que desaparecéis dejando notitas.
Mi madre me devuelve una mirada que indica que llevo razón. Mi madre es especial, no es de esas madres que deben estar en estado vegetal para que te den la razón. Ella reconoce sus errores ante los demás y pide disculpas ante sus malos razonamientos. No se suele equivocar, pero cuando lo hace, es fácil conseguir un 'perdón' proveniente de sus labios.
Samantha- Por cierto, ¿quién es la niña esa que está con la prima?
Catherine- Tus tíos se han ido hoy a un viaje de negocios y nos hemos quedado cuidando de ella, la sorpresa es que su vecina ha querido acompañarnos. Se llama Allison. Es un poco rara.
No hace falta que me lo jure. La siniestra sonrisa que me ha mostrado al entrar es poco convencional. Y aquellos grandes ojos azules inquisidores me obligaban a mirar a otro lado. Me parece extraño que mi prima Lucy se junte con aquella chica. La personalidad de Lucy es paciente, con un toque deprimente. Desde hace un año tiene costumbre de ir de negro, su madre empezó a preocuparse de que se convirtiera en gótica, pero yo la convencí de que simplemente era un estilo de ropa, que ella se refería a los emos. No logré tranquilizarla del todo, pero ayudé a que le diera un respiro a mi prima.
Llega la hora de comer. Sopa. En verano y comemos sopa. No le encuentro la lógica a la situación, quizás no la tenga. Un misterio más para los científicos. Mi padre ha tenido que abrir la mesa para que pudiéramos sentarnos todos. Tomo pequeñas cucharadas de la ardiente sopa que me está haciendo entrar en calor. Siento necesidad de cubitos de hielo.
Allison- Oye, Sam, vas a entrar este año a la universidad, ¿no? ¿Qué vas a hacer?
La pregunta de la niña me pilla de sopetón. ¿Cómo sabe eso? ¿Durante el trayecto hasta casa se han ocupado de hablar sobre mí? ¿Debería sentirme halagada? En parte me da un poco de miedo, ¿de qué más habrán hablado?
Samantha- Sí... Medicina. ¿Y tú sabes lo que quieres hacer?
Allison- La verdad es que sí, quiero ser astronauta.
Paul- Vaya, ¿cómo se te ocurrió la idea?
No puedo evitar reírme, ya que no soy quién para privar a una niña de sus sueños. Me han dado ganas de contestarle de que ya vive en otro mundo, pero he preferido guardármelo. ¿En qué momento me he vuelto tan mala persona? Es algo impropio de mí, yo, defensora de los sueños. A la pequeña no parece importarle mi reacción, sigue sonriente y dispuesta a explicarse.
Allison- Pues un día, mientras pescaba con mi abuelo, decidí que un día quería volar hasta lo más alto y poder alcanzar una estrella para él. Le prometí que lo haría, y las promesas siempre han de ser cumplidas.
El razonamiento de Allison me hace recordar la promesa que me hice a mí misma con la muerte de mi abuelo Carl. Estudiaría medicina para poder salvar vidas, y así compensar su muerte. He infravalorado a la pequeña. Su apariencia extraña no le quita de ser una persona consciente. Le he hecho lo que me solían hacer a mí de pequeña, y por eso me odio.
Cuando nos terminamos todos los platos de sopa, mi madre trae de la cocina una tarta de galletas y chocolate. ¿Cómo ha tenido tiempo de hacerla? Tiene que ser comprada. Allison me cuenta cosas sobre el colegio, y de qué conoce a Lucy. Un día estaban en el parque cuando ella le preguntó a mi prima si le gustaban los helados. Ella contestó que sí, como a todo el mundo y le invitó a un helado. Es una forma extraña de hacer amigos, pero es el poder que tienen las personas extrovertidas. Crear amistad forma parte de su día a día. De pronto alguien toca el timbre de la puerta. Mi padre pega un grito indicando que está abierto, y la puerta se entreabre para dar paso a Liam.
Liam- ¡Oh! Siento interrumpir puedo volver lue...
Allison- ¡Tú eres Liam Payne!

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