sábado, 5 de enero de 2013

63. COMPRAS.


Samantha- ¿Cómo que si merece la pena?
No comprendo lo que sus palabras intentan transmitirme. Todo aquello por lo que ambos hemos estado pasando. Todo aquello que he aprendido gracias a él. ¿Quiere dejarlo atrás? Me parece injusto. Me hallo anonadada ante su pregunta. Espero que sea una broma, pero su rostro se contempla oscuro y sumiso. Realmente esa idea pasa por su cabeza. Cavila sobre ello como si se tratase de un problema. Sé que yo misma dije que prefería empezar de nuevo, pero aún así me ofende la idea de dejarlo acabar. No puede desaparecer así, tan de repente. Le miro insistentemente para que de una vez por todas, sea sincero. Sincero respecto a todo aquello que encierra por dentro. Es evidente a la vista que él también sufre por esta situación. Es como enseñarle a un pez a andar, jamás lo conseguirá. Dicen que la esperanza es lo último que se pierde. ¿Qué sucede cuando ya no te queda ni eso?
Liam- Yo, contándote cosas que vivimos hace tiempo. Y realmente estamos perdiendo el tiempo que nos queda.
Hasta ahora no lo había contemplado desde ese punto de vista. Cierto es aquello de que hoy mismo he descubierto que regresó hace pocos días. Pero la idea se me debería de haber pasado por mi cabeza casi al instante. El tiempo que le queda aquí, a mi lado, es realmente escaso. Uno o dos meses. Eso es muy poco para todo lo que quiero vivir con él. Me pregunto si habrá pensado en la idea de dejar el grupo. Me negaría completamente. No quiero ser la razón de que abandone su sueño, porque diga lo que diga, sé que es realmente feliz respecto a todo aquello que está experimentando y viviendo. Ha saltado hasta lo más alto. Jamás le permitiría volver atrás. Ambos somos estrellas, yo he caído, mientras él brilla resplandeciente.
Samantha- No, debemos continuar. Si dejamos esto a medias, jamás nos tomaremos nada en serio. Quiero acabar con esto, Liam. Cada vez me parece más errónea la idea de empezar de nuevo. No es bueno tirar por la borda todo aquello que vivimos. Ni bueno, ni justo, ni necesario.
Después de este pequeño razonamiento por mi parte, consigo que alce esa mirada que tantas veces me ha enamorado, y observo cómo una sonrisa comienza a dibujar su cara. Me coge de una mano y, a la vez que la contempla sin deshacerse de esa sonrisa, me acaricia suavemente. No aparto la mirada de sus ojos. Me hipnotizan. Todo aquello que encierran es un misterio para el mundo, pero no para mí. Yo he podido ver al Liam que sufrió, al Liam que luchó, y al Liam que triunfó.
De repente suena una campanita que indica que alguien acaba de entrar al recinto. Instintivamente, giro la cabeza para ver de quién se trata. Me extraña verla en este espacio físico, por lo que tardo un par de segundos en saludarla. Capto su atención en cuanto alzo la mano, y camina dando saltitos hasta donde nos encontramos.
Johanna- ¡Vaya, chicos! ¿Qué hacéis aquí?
Samantha- Desayunar, que me moría de hambre.
Liam, caballerosamente, se levanta para darle dos besos, pero Johanna no se corta un pelo y le da un fuerte abrazo. Entre risas, Liam lo acepta y le pasa los brazos por la espalda. Johanna le obliga a que le deje un hueco y se sitúa a su lado en los asientos contiguos. Jake se acerca para preguntarle si quiere tomar algo. Sonriente, le pide un café con leche y canela.
Johanna- Bueno, Payne, que aún no hemos hablado desde que eres famosillo. ¿Cómo es la experiencia?
Comienza a soltarle un eterno rollo. Después de dos minutos, Jake vuelve con el pedido de Johanna en una bandeja y lo sitúa frente a ella. Ni tan siquiera se ha percatado de ellos, está sumida entre las palabras de Liam. Escucha atenta su experiencia. El cómo ha tenido que cambiar su carácter. Cómo es convivir con sus cuatro mejores amigos y aquello de que millones de chicas te quieran. Todo eso que yo ya me sé de memoria.
Liam- Resumiendo: Una de las mejores experiencias de mi vida.
Noto cómo la satisfacción aflora en su interior. Le gusta decir que es alguien conocido. ¿A quién no? Ya me gustaría a mí que todo el mundo me conociera. Pero ahora que lo pienso, sus fans me conocen. Me conocen como la chica que estuvo a punto de morir. No es una bonita forma de ser recordado, pero es más de lo que muchos pueden conseguir. Me pregunto si habrá gente que me odie. Que me odie por ser la mejor amiga de Liam. ¿Me considerarán importante? Lo dudo mucho.
Johanna- Es increíble. Bueno, Sam, yo iba a llamarte en un rato para raptarte, pero ahora que estamos en persona, te secuestro. ¿Vale?
Le da el último sorbo a su café, se seca con una servilleta el resto de la espuma que le ha quedado encima del labio y se pone en pie para obligarme a que me levante. Liam mira sus movimientos alerta. No sabe qué hacer, por lo que comienza a reírse. Me indica que ya nos veremos y sale por la puerta no sin antes despedirse de Jake. Johanna me coge del brazo y me indica que salgamos del bar de zumos.
Comienza a hablar muy rápidamente sobre temas que no consigo entender. Primero sobre un problema en su casa de que su madre no se había levantado, que era un indicio de que estaba mala y que no se podrían ir de viaje a Estados Unidos, como tenían planeado. Continúa contándome cosas irrelevantes, a las cuales no les presto demasiada atención. Asiento de vez en cuando y río en los momentos adecuados. No tengo especialmente muchas ganas de escuchar los cuentos de Johanna, a veces se vuelve un tanto pesada.
En unos diez o quince minutos, llegamos al centro de la ciudad. Entre una de sus historias, me ha avisado de que nos íbamos de compras, que necesitaba renovar su vestuario. Ir de compras es algo que ni me va ni me viene. La moda no es mi punto fuerte, siempre suelo ir muy básica. unos pantalones, una camiseta lisa de cualquier color, y si pueden ser, mis converse. Nos metemos en la primera tienda que encontramos. Johanna comienza a mover ropa. Sacarla de su sitio para examinarla y colgarse lo que le plazca en el brazo. Su manera de comprar, es llevarse al probador todo aquello que le parezca bonito, e ir descartando. Normalmente se lleva más de la mitad.
Johanna- ¡Mira qué jersey más bonito! Mira, te pega con el pantalón.
Obvio que pega con mi pantalón. Mi pantalón es blanco, todo pega con el blanco. Que hasta eso llego. Cojo con desgana el jersey que me ofrece y lo examino detenidamente. Es rojo, pero con las mangas azules. Y en la zona que bordea el cuello, de color blanco. Es bonito, pero no me puedo permitir ir comprando ropa por gusto. La dejo en su sitio. Johanna me lanza una mirada de indignación y continúa con su labor.
Pasan horas, hasta que llega la hora de comer y el centro se ha llenado de gente. Muchas personas salen y entran de las tiendas, contemplan los escaparates y charlan tranquilos en las cafeterías. Sin preocupaciones, porque el verano es para eso, para desconectar. Ese término me resulta desconocido. No acercamos a un banco donde nos sentamos con las miles de bolsas de Johanna y un helado cada una. Necesitaba un premio por haber soportado el paseo por cada uno de los puestos. De pronto me suena el móvil, es un mensaje. De Liam.
Johanna- No sé a qué estás esperando.
Samantha- Paciencia, primero tengo que leer lo que dice.
Johanna- No me refiero a eso.

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