sábado, 5 de enero de 2013

23. TORPEZA.


Samantha- ¿Qué? Pero si son las 11:30.
Miro mi reloj para volver a comprobarlo. Y estoy en lo cierto. Efectivamente son las 11:30. ¿Se ha vuelto loco? Su personalidad me abruma. Es un chico sensato, pero a la vez está tan loco. Es bastante desconcertante. A lo mejor quería decir 'desayuno'. O lo he oído mal. Pero es que se está riendo. Me siento tonta.
Liam- Bueno, pero seremos cuatro personas, habrá que ir empezando, ¿no?
¿Qué cuatro personas? Si mis padres se han ido. Este chico se ha propuesto ponerme de los nervios. Y lo está consiguiendo. ¿Siempre habrá sido así? Aparenta ser un chico tranquilo. Pero se ve que cuando coge confianza no hay quien lo pare. La primera impresión cuando le ví en el hospital fue que era muy protector. Y lo es. Pero es muchas cosas más. No se puede definir a Liam Payne con un único adjetivo. Prácticamente imposible. Es gracioso. Es cariñoso. Es amable. Es pícaro... Es perfecto. Espera un momento. ¿Me estoy enamorando? No dejo de pensar que es fantástico. A lo mejor ya antes estaba enamorada de él. ¿Y si es una de las cosas que estoy recordando? A lo mejor recuerdo que le quiero. Quizás es eso. ¿Y yo a él le gusto? No pienso preguntarle. Es algo muy atrevido. Que suceda lo que tenga que suceder.
Samantha- Me harías un favor si empezaras por el principio.
Liam- Hoy Ruth y Johanna van a comer con nosotros. Y tenemos que preparar algo decente. ¿Qué tal una pizza? Tendremos que ir a comprar.
¿Y por qué no ha empezado por ahí? ¿Pero es que cuánto se tarda en hacer una pizza? No tengo ni idea de cocinar. ¿O sí? Parezco idiota. ¿Por qué me siento tan tonta? A lo mejor lo soy. Pensaba que era una persona sensata y con las ideas claras. Pero es que con este chico no soy normal. Él es el culpable de mi inmadurez y mis sonrisas tontas. Definitivamente creo que me estoy enamorando. Cuando se levanta para recoger las cosas y se muerde el labio inferior me rompo. ¿Cómo puede ser tan así? Aún no me creo que este chico recibiera acoso escolar. Es imposible. ¡Pero si es un encanto!
Samantha- Me vas a volver loca. Vamos.
Me levanto y cojo la cesta de chuches. Al momento la vuelvo a dejar en el césped para ayudar a Liam a doblar la manta de picnic. Me indica cómo debo mover las manos y qué esquinas debo doblar. Lo hago con bastante torpeza, pero él me sigue ayudando. Cuando ya queda doblarlo una vez más nos quedamos cara a cara. Él y yo. A escasos centímetros. Con él me siento más bajita de lo normal. Me siento pequeña. Como un cachorro. Como si él pudiera protegerme de cualquier cosa. De todo. Increíble lo que puedo experimentar con una mirada suya.
Cojo de nuevo la cesta y él lleva la mantita y la bolsa. Yo le digo si quiere que lleve la manta, pero él dice que ya llevo demasiado peso. Qué caballero. Llevo la mano izquierda al bolsillos de mi pantalón para coger las llaves. No están. Busco en el derecho. Mismo resultado. ¿Dónde están? Creo recordar habérmelas guardado en los bolsillos del pantalón. Miro en los bolsillos traseros. Nada. ¿Qué he hecho con ellas? Dejo la cesta en el suelo y busco con la vista en el césped. Quizás se me calleron cuando me senté en la mantita. ¡La mantita!
Samantha- Sacude la manta. He perdido las llaves.
Liam- Tan despistada como siempre.
Después de su comentario desdobla la manta y la sacude. Nada. Vuelvo a buscar con la mirada. Esta vez de cuclillas. Empiezo a ponerme nerviosa. No puede ser. Mis padres no vienen hasta el lunes de la semana que viene. ¿Dónde voy a dormir? ¿Dónde voy a vivir? Oh, Dios. ¿Qué voy a hacer? Al menos tengo el móvil. Algo es algo.
Samantha- Oh, ¿qué hago? Mis padres no vuelven hasta el lunes.
Liam- No pasa nada. Quédate en mi casa hasta que vuelvan.
¿Quedarme en su casa hasta el lunes? Es un poco extraño para mi. Me incomoda la situación. Pero por otro lado. Llevamos siendo amigos desde los 4 años. A saber cuántas veces hemos dormido uno en casa del otro. Y aunque para mi tenga otro significado, he de ser como antes. Es algo normal que me invite a dormir a su casa. Además. ¿Adónde iría si no? La casa de mi abuela está muy lejos. E ir a casa de Johanna o Ruth sería lo mismo. ¿Qué más da? Es mi amigo. Me quedaré en su casa. Aunque con sus padres resultará un poco extraño.
Samantha- De acuerdo. Pero, ¿no tendrás que preguntarle antes a tus padres?
Liam- Mis padres se han ido de viaje a Escocia. No hay nadie en mi casa.
Esto me resulta más incómodo todavía. ¿Él y yo solos en su casa? ¿Y luego qué? Me voy a poner de los nervios. Mentira. ¡Estoy de los nervios! Me va a matar. O le mataré yo. O me muero. Tantas decisiones van a poder conmigo. Me estoy volviendo loca. ¡Si ya había acordado conmigo misma que no me iba a poner histérica! Se ve que es algo natural y no lo puedo evitar. He de tranquilizarme. Respira Sam, respira. Inspira... Espira... Inspira... Espira... Mucho mejor.
Samantha- De acuerdo... ¿Vamos a dejar esto?
Liam asiente con la cabeza y se dirige hacia su casa. Yo voy detrás de él con la cesta en los brazos. Está tan a reventar de chuches que pesa más que yo. Se ha pasado con la gracia. Aunque se agradece que se haya molestado tanto. A saber cuánto tiempo lleva esperándome fuera. Porque hoy me he levantado tarde y sé que él sabe que yo soy muy madrugadora. Quizás lleve dos horas en mi jardín. Pero no parece quejarse. Se saca las llaves del bolsillo y abre la puerta. Se hace a un lado para que entre yo primero y cierra la puerta a mis espaldas. Me acero a la pared para darle al interruptor y darle luz a la sala. Mejor. Dejo la cesta en la mesa del comedor y entro en la cocina.
Liam- ¿Qué haces en la cocina?
Samantha- Tengo sed.
Abro la nevera y saco una botella de agua. Me giro para observar los armario pensando dónde pueden estar los vasos. No lo recuerdo. Camino para acercarme y abro el primer armario. Bingo. Cojo el primer vaso que pillo y lo dejo sobre la encimera. Me lleno el vaso hasta arriba y me lo bebo todo de un trago. Ese zumo me ha dado más sed de la que tenía. Guardo la botella en su sitio y dejo el vaso en el fregadero. Cuando salgo al salón no veo a Liam. ¿Dónde se ha metido?
Samantha- ¿Liam?
Liam- ¡Estoy arriba!
Me dirijo hacia las escaleras guiada por su voz. Subo rápidamente los peldaños hasta llegar al primer piso. Es un largo pasillo con cuatro puertas. Miro a la derecha. Un baño. A la izquierda. Una habitación con dos camas. Dudo que sea el cuarto de Liam. Camino hacia delante observando los cuadros que cuelgan de las paredes hasta llegar a la siguiente puerta. Me encuentro a Liam escarbando entre los cajones de lo que parece ser su habitación. ¿Qué busca? De pronto le veo con un puñado de billetes y monedas.
Liam- Necesitaremos dinero para comprar, ¿no crees?
Salimos de su cuarto y bajamos las escaleras. Ahora él va detrás de mi. Le hago sitio para que abra la puerta y me indica con la cabeza que salga. Al salir observo que en el árbol hay un intento de columpio. Se ve que es un buen manitas. Sin querer suelto una carcajada. Espero que no me haya oído. Giro para comprobarlo y tengo suerte. Está cerrando la puerta con llave.
Samantha- Estoy segura de que ir a comprar me va a ayudar a recordarte. Segurísima.
Liam- ¡Oye! No dudes de mis dotes. Te curaré.
Empiezo a reír. Él corre tras de mi hasta alcanzarme y me coge por la cintura. Caminamos así hasta la siguiente manzana, donde se encuentra el supermercado. No, no es la manera más cómoda de llegar hasta allí. Pero es posiblemente de las más divertidas. No he parado de reír en todo el camino. Antes de que me suelte le doy un beso en la mejilla. Mi gesto le hace sonreír. Y automáticamente sonrío yo. Parece ser que mi felicidad se basa en él. Y es desconcertante, porque no sé prácticamente nada sobre él. Y me frustra. Odio la amnesia, quiero que todo sea como antes. Aunque no recuerde cómo era antes estoy segura de que era perfecto.
Entramos al supermercado no sin antes coger un carro. Liam lo conduce por los pasillos. Paramos donde los comestibles. Tendremos que coger la masa de pizza, y luego los ingredientes... No sé de qué quiere hacer la pizza.
Liam- Dato curioso: Odias el queso, salvo en la pizza.
Samantha- ¿Y cuál es mi pizza favorita?
Liam- La de atún. Y la vamos a hacer de atún.
Coge un paquete de masa para pizza pero antes de meterlo en el carro mira la fecha. Hace un gesto de afirmación con la cabeza y lo introduce. Al levantar la vista veo que se le ilumina la mirada. Está mirando detrás de mi. Me giro para ver qué mira. Pero solo veo a una abuelita cogiendo un paquete de galletas. Al girarme para preguntarle veo que se ha alejado con el carro. ¿Qué pretende? Veo que me sonríe. Al percatarme de lo que quiere hacer me aparto a un lado. Y entonces coge carrerilla. Corre, corre y se sube al carrito. Se desliza hasta la punta de refrigeradores parando en seco. Se baja y vuelve hasta donde me encuentro.
Liam- Lo siento, me hacía ilusión.
Samantha- No pasa nada, pero avisa cuando pienses hacer una tontería.
Liam- ¡No! Bueno, lo he utilizado de excusa para contarte una anécdota: Cuando teníamos unos 6 años, más o menos, nuestros padres hicieron una cena, y nos llevaron con ellos aquí para comprar las cosas. Ellos cogieron un carro y nosotros otro, porque nos hacía ilusión. Empezamos a meter todo lo que veíamos hasta llenarlo. Y a tí se te ocurrió la gran idea de deslizarte por el pasillo con el carro. Nos montamos uno a cada lado y empujamos hasta coger velocidad y nos dejamos llevar. ¿El problema? Cómo no, volcamos. El carro calló de lado con todo lo que tenía y nosotros acabamos en el suelo llorando y riendo. Yo con sangre en el codo y tú con un tobillo torcido. Fue un momento que jamás olvidaré.
Samantha- Fui una niña masoca.
Buscamos un paquete de atún donde las conservas y lo echamos junto a la mesa. Cogemos el queso y un bote de tomate y nos ponemos en la cola. Yo observo de lejos una pequeña heladería. Quiero helados. Miro a Liam y sabe al instante en lo que estoy pensando. Me saca la lengua y me sonríe. Eso es que vamos a comprar helados. Llega nuestro turno y la chica, que es una antipática nos contesta con monosílabos. Ni un simple gracias por la compra. Le digo 'simpática' por lo bajo para que no me oiga. Odio a la gente que es tán apática. Dejamos el carro y Liam coge la bolsa. Salgo por la puerta maldiciendo a la cajera y siento que Liam no va a mi lado. Me giro y veo que se ha parado. Me mira con añoranza. Tuerzo la cabeza en señal de que nos vayamos.
Liam- Espera, me acaba de venir una cosa a la memoria: Teníamos 5 años. Estábamos jugando en el parque. Mis padres me habían comprado un patinete por mi cumpleaños y lo llevé para enseñártelo. Tú no parabas de decirme que te dejase montar, pero yo te decía que no para chincharte. Llegó un momento en el que pareció que te enfadaste de verdad. Así que te lo dejé. Te fuiste lejos, yo te veía patinar. Se te daba bien, hasta que de pronto a lo lejos ví cómo te caías. Fuí corriendo hasta donde te encontrabas para ver si te había pasado algo. Cuando te giraste llevabas la boca sangrando y llevabas un diente en la mano.
<<Samantha- ¡Mira, Liam! Por fín se me ha caído el diente.>>
Samantha- Oh, Dios mío. ¿Puedo ser más torpe?
Liam- Entonces empezaste a reírte como una loca. No llorabas. Sólo sonreías, con la boca llena de sangre. Y ahí fue cuando me enamoré de tu sonrisa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario