sábado, 5 de enero de 2013

57. BOCHORNO.


Samantha- Vaya...
'Vaya'. Es lo único que puedo pronunciar. No encuentro las palabras exactas para describir el paisaje que contemplan mis ojos. Es una especie de pequeños paraíso, donde atravesando los incontables árboles puedes dejar atrás todo aquello que te preocupa. Es un lugar de apariencia divina. No va acorde con el resto. El bosque sugiere un aspecto maligno, mientras este increíble claro desprende belleza. Siento la necesidad de tocar los árboles, la alta hierba. Me encantaría poder contar cada una de las flores del manto verde del que nacen. Por lo lejos observo una sombra en movimiento. Me concentro en ese punto en busca de un nuevo paso, y justo cuando pienso rendirme, aparece. Es una amigable ardilla que atraviesa el pequeño prado huyendo de la nada. Contemplo con añoranza el rastro que deja el pequeño animal tras desaparecer entre los frondosos arbustos.
Liam- ¿Qué te parece?
Me sobresalto al escuchar su voz. Estaba tan sumisa en la belleza que rebosa este lugar que se me había olvidado por completo la existencia de la humanidad. Miro a Liam que me observa expectante ante mi verificado. Presente a mi abandono de la realidad debería de figurarse mi respuesta, pero parece ser que se lo tengo que recordar. Giro la mirada de nuevo hacia el paisaje y suelto un suspiro. Se respira un dulce aroma del conjunto de flores. Este sitio está compuesto por felicidad.
Samantha- Es el sitio más bonito del mundo.
Liam asiente mirando al horizonte con los brazos en jarras, satisfecho ante mi respuesta. Esa pose me sugiere a la de un triunfador. Solamente le falta ir de traje y podría presentarse a una candidatura. Liam Payne para presidente. No tengo ni idea que a qué viene este pensamieto, pero me hace reír por lo bajo. Liam me mira confuso, pero es mi pequeño chiste.
Samantha- ¿Y a qué vamos a jugar hoy?
Liam- Hoy me vas a preguntar lo que quieras. Todo aquello que sientas que necesitas saber.
Asiento con la cabeza, procesando la información. Comienza a dar pasos hacia el centro del claro, donde se sienta con las piernas cruzadas. Da unos suaves golpecitos sobre la hierba indicando que me siente frente a él y me acerco hasta donde se encuentra para hacer lo que me indica. Detrás de Liam veo la razón del nombre de este increíble lugar. No había percibido el tocón, ahora destacable, hasta este momento. Estaba inmersa por los vivos colores que encierra este espacio. En el centro del tocón se posa un azulado pájaro que entona una melodía agradable para mis oídos. Cierro los ojos para sentir más la canción de mi pequeño amigo alado.
Todo aquello que necesite saber. Necesito saber muchas cosas, pero mi mente viaja hasta el día de ayer. Ayer por la tarde, para ser exactos. Cuando escarbando en busca de algo que destruir, encontré algo insospechado. Una carta de San Valentín escrita por Liam, en la que decía que era el amor de su vida. Nada más pensarlo noto cómo mis mejillas se encienden. Si no fuera tan blanca de piel no se notaría tanto.
Samantha- Ahora que lo dices, ayer encontré una carta.
Liam- ¿Una carta?
Samantha- Sí, me la escribiste tú, no pone la fecha ni nada, solo indicaba que era el día de San Valentín.
El silencio se apodera de la situación durante escasos segundos hasta que suelta una profunda y larga carcajada. Me ofende su reacción, para mí es algo importante. Entre esos renglones está escrito lo que siente. Lo que siente respecto a mí, y si hablamos de amor, pues sí, me importa. Cruzo los brazos en señal de reproche y desaprobación y agacho la mirada, ofendida y avergonzada. Esto es un juego, pero solo hasta cierto punto.
Samantha- ¿Qué tiene de gracioso?
Liam- Lo siento, lo siento. Es que me acuerdo muy bien de esa carta. Fue allá cuando teníamos 12 años. Fue el primer año en que empezaste a quejarte sobre San Valentín, yo siempre pensé que era porque nadie te regalaba nada, por lo que decidí hacerte esa carta. Te dije toda la verdad, algo que nunca te dije, pero ambos sabíamos. Y el final, que es por lo que supongo que preguntas, es porque en Año Nuevo, fuimos a comer a casa de mi tía abuela Mary y ella al vernos nos preguntó si éramos novios. Yo lo negué completamente, pero tú para chincharme dijiste que sí, que era el amor de tu vida.
Bochorno. Eso es lo que siento. ¿Cómo he podido llegar a pensar que quizás Liam me quisiera? Menuda estupidez por mi parte, sé que Liam jamás se interesaría en mí. Porque soy Sam, su mejor amiga. Y nada más. Hay millones de chicas ahí fuera que darían la vida por él. Me encuentro entre ellas, pero es fácil superar a Samantha Holoway.
Me llevo las manos a la cara. Tapándome los ojos y echándome para atrás, tumbándome en el suelo. Suelto un gruñido por la garganta. Soy una estúpida. Escucho cómo Liam se pone en pie para a continuación quitarme las manos de la cara y hacer que me levante. Me mira con rostro sonriente, con un deje de cansancio. No habrá pasado una buena noche, le beso la nariz en señal de perdón. Me contesta con una sonrisa todavía más ancha.
Liam- Si es que eres el amor de mi vida.
Automáticamente me separo de él poniendo los ojos en blanco. Él se ríe, pero a mí la situación me resulta frágil. Es un tema de conversación superior a mí. El amor. Nunca he sido de esas chicas que se enamoran a primera vista. Un buen físico nunca me ha hecho perder los papeles. Ni antes, ni ahora, ni nunca. Para mi únicamente existe la belleza interior, y como no he tenido mucho contacto con otras personas, el amor es un gran desconocido para mí. Y es que ahora estoy sufriendo las famosas mariposas en el estómago. Cuanto más cerca está de mí, más se me acelera el corazón. No hay momento que él no pase por mi mente.
Samantha- Háblame de cómo encontramos este sitio.
Liam- Estaba esperando a que me lo pidieses.
Me acerco, de espaldas a él, hasta el árbol más próximo, del cual acaricio su robusta corteza. En este mismo instante tengo la sensación de que necesito cantar. Tarareo una melodía que desconozco y después de unos veinte segundos, caigo en que se trata de la cancioncilla del pájaro azulado.
Liam- Era verano, teníamos 7 años. Íbamos paseando por la calle con nuestras bicis. No sabíamos adónde ir, por lo que pedaleamos calle abajo en busca de nuevos lugares. De pronto llegamos a la frontera que separaba la ciudad del bosque. Paramos en seco al ver la señal que lo indicaba y me dijiste que nos fuéramos ya a casa, que era tarde. Yo me negué, desmontando de la bici y pidiéndote que nos adentráramos. Empezaste a enfadarte, porque no querías estar allí y entonces se me vino una idea a la cabeza. Me adentré a las frondosas profundidades y pegué un grito falso. Gritaste mi nombre y corriste para a continuación verme esperándome apoyado en un árbol. Me insultaste y después de súplicas y súplicas, aceptaste. Caminamos un escaso minuto hasta encontrarnos con este sitio. Te subiste encima del tocón y extendiste las manos hacia arriba, con euforia.
<<Samantha- ¡Tú y yo seremos los reyes de este lugar, El Claro del Tocón!>>.

No hay comentarios:

Publicar un comentario