sábado, 5 de enero de 2013

36. PRECAUCIÓN.


¿Pretende que me vaya después de decirme aquello? No puedo evitar sonreír, y antes de encaminarme hacia mi casa, me escondo entre los brazos de Liam, fundiéndonos en un cálido, y sudoroso, abrazo. Permanecemos así un par de segundos más hasta que me separo no sin antes de darle un beso en la mejilla. Me giro para ir junto a mis padres que me esperan atentos en la puerta y observo cómo Liam se despide de mi a la vez que se adentra a la casa echándole primero un pequeño vistazo a la casa del árbol. Feliz. Orgulloso. Me transmite esa sensación de tal manera que me duele la boca de sonreír. Mis padres me miran atentos y expectantes ante la escena.
Samantha- ¡Hola!
Catherine- Cariño, ¿ocurre algo?
Yo no sé qué sucede que cuando te haces madre lo captas todo. Incluso a un kilómetro a la redonda. Es impresionante. Y terrorífico. Sin haber dicho nada ya lo sabe todo. Sabe que me he dejado las llaves en casa y que he estado todo este tiempo en casa de Liam. Pero mi padre no parece tener ese don, porque todavía me mira extrañado. Luego a mi madre y así sucesivamente. Mi padre es un poco lento para éstas cosas. Dirige la vista de nuevo hacia mi sin comprender nada.
Samantha- Me dejé las llaves dentro cuando me iba a ir con Liam y como no tenía adónde ir me invitó a quedarme.
Paul- Ah, de acuerdo. ¿Pasamos ya?
Ante la pregunta de mi padre mi madre sse saca las llaves del bolso y abre la puerta con habilidad por la costumbre. Suspira mientras realiza los movimientos. Sé que está pensando en este instante: "Un caso perdido". Mi madre ha sido víctima de varios de mis despistes. Una vez me tuve que quedar a cargo de mi primo Nicholas porque su madre tenía que ir a trabajar y su padre tenía una reunión. Aún era muy pequeño, por ello lo dejaron a cargo de mi madre. Llamaron a mi madre para recoger unos documentos y me dijo que me quedara con él una media hora. Como mi primo se quedó durmiendo olvide su absoluta presencia, Johanna me envió un mensaje para quedar y me fuí. Las 7 llamadas perdidas de mi madre fueron las que me dieron el miedo. Cuando llegué corriendo a casa la bronca fue espectacular. Prometimos que jamás se lo diríamos a la tía.
Entro la última a la casa y me cuesta reconocerla. Me he acostumbrado tanto a la acogedora casa de Liam que al llegar aquí me cuesta reconocerlo todo. He llegado a sentir que su casa era mía. Es difícil de explicar. Coloco una mano sobre el cabezal del sofá y lo acaricio suavemente. Observo las fotos. Las paredes. Las ventanas. Como si todo fuera nuevo. Y eso que solo he estado dos días fuera de aquí. Llego a estar una semana y ni me acuerdo de que tengo otra casa. La idea me resulta cómica y se me escapa una leve risa. Nadie me ha escuchado. Salgo de mi empane y corro por las escaleras hasta llegar a mi cuarto. Suspiro de felicidad al abrir la puerta y econtrarmelo todo en su sitio. Diviso las llaves a un lado de la cama y las maldigo mentalmente. Me siento en la cama a observar mi apreciada pared y no llevo ni dos segundos contemplándola cuando suena mi móvil. Es un mensaje. Lo he dejado sobre el escritorio en cuando he entrado, así que estiro la mano para alcanzarlo y miro la pantalla para saber de quién es. Liam.
<<Liam- Ya te echo de menos>>.
De mi garganta emerge una especie de ronroneo. ¿Cómo se puede ser tan dulce? Antes de que le pueda contestar me suena el móvil. Primero pienso que es él, pero al mirar el nombre que aparece en la pantalla descubro que no.
Samantha- ¿Johanna?
Johanna- ¡No hay tiempo, hoy, en mi casa, a las 21:00, noche de chicas! ¡Te quiero!
No me da tiempo a contestarle ni me permite hacer más preguntas porque me cuelga al instante de anunciarme la quedada. Ni siquiera me ha preguntado si tengo planes. Esa es Johanna Dickens. Supongo que también irá Ruth. No es noche de chicas sin una chica que se duerma antes de tiempo. ¿No? De pronto recuerdo el mensaje de Liam. Pulso teclas hasta llegar al buzón de entrada y entro en el último sms recibido. Tecleo lo más rápido que puedo y compruebo que no tengo faltas. No hay nada que odie más en este mundo que las faltas de ortografía.
<<Samantha- Lo siento, noche de chicas>>.
La verdad es que tengo ganas de una noche solo de chicas. De separarme un rato de Liam. Recordar buenos tiempos con ellas. Aunque sienta que ni siquiera he pasado amnesia cuando pienso en ellas. Lo tengo todo fresco respecto a mis amigas. Me resulta más fácil estar con ellas que con Liam. Por una parte siento que sé que le conozco, pero por otra la tengo como un completo desconocido. Y eso me deprime.
LIAM.
¿Noche de chicas? Siento miedo a lo que pueda significar eso. Aunque no creo que sea muy diferente a las noches con los chicos. La verdad es que les echo mucho de menos. Hemos congeniado realmente bien durante todos estos años. Hecho de menos sus mañaquerías. Jamás me he sentido integrado en un grupo, y con ellos soy realmente feliz. Me ayudaron a superar la separación de Sam. Cuando hablaba de ella no dejaban de decir que era mi novia. Y si no era eso era que me gustaba. Yo me negaba a darles la razón, pero la verdad es que no me qería dar cuenta de que era verdad. Ahora tengo que ayudarla a recordar, y me está resultando muy duro. Lo que más duro me resulta es tener que ocultarle quien soy, al menos de momento. Todo lo que sucedió entre nosotros. Ocultarle que no solo estoy buscando respuestas para ella, sino para mí también. Miro a la mesita de noche. No, no es momento. Necesito a los chicos. Tengo una idea. Cojo el móvil que tengo al lado y me pongo en pie instintivamente antes de marcar el número de Louis. Harry me dijo que estaban todos pasando unos días en su casa, me dijeron si quería ir. Me negué.
Louis- ¡Hombre! Pero si es Liam. ¡Venid chicos!
Oigo pisadas y pisotones. Risas y sonidos extraños. Ahora oigo la presión de unos muelles. Se habrán sentado en el sofá. Todos me saludan con gritos y oigo un eructo. Niall. Oigo nuevas carcajadas y a alguien pidiendo silencio. Ah, soy yo.
Zayn- Te teníamos olvidado, ¿qué es de tu vida?
Harry- ¿Qué tal Sam, ya te recuerda?
No sé por qué me sorprendo, si ya me lo esperaba. Siempre me preguntan por ella. Incluso cuando estábamos en el tour me decían que la llamara. Yo me escondía en el baño y hacía como que la llamaba. Les mentía, pero no tenía otra opción. Odio las mentiras, pero de vez en cuando son necesarias.
Liam- Recuerda a todo el mundo menos a mí.
Zayn- Oh, tío, lo siento.
Niall- ¡Anímate, campeón!
La conversación transcurre así. Yo contando mis penas, que no me recuerda. Les cuento el juego que planeé y están de acuerdo y piensan que es una gran idea, y que si no funciona, adelante. Por muy tontos que sean saben cómo ayudar, son los mejores amigos que podría haber pedido. Niall comienza a hacer chistes malos con los que él solo se ríe, pero por una noche les encuentro la gracia, lo necesitaba. Se hacen las 20:30 de la noche cuando decido colgar. Me despido con un buenas noches, y antes de darle al botón rojo oigo cómo uno de los chicos me dice una última cosa.
Louis- Recuerda: Nunca te rindas.
Cuelga él y yo me quedo sentado de nuevo en la cama con la mirada fija en la ventana que da a la calle. Desde aquí puedo ver la habitación de Sam, las cortinas están echadas, por lo que no puedo ver lo que hace. Decido darme una ducha para relajarme un rato. Así que cojo unos pantalones de chandal azul marino y una camiseta blanca. Me dirijo al baño donde cierro la puerta detrás de mí. Aunque sé que no hay nadie no me gusta ducharme con la puerta abierta. Enciendo el grifo para que comience a salir el agua caliente y me desnudo para a continuación meterme dentro. He intentado no cantar mucho estos dos días, para no adelantarme a nada, por lo que en la ducha me desahogo. La música es mi única forma de dejar de pensar. Mantener la mente en blanco. Salgo de la ducha y me envuelvo en una toalla blanca que me anudo a la altura de la cadera y salgo tal cual del baño. Me vuelvo a asomar por la ventana por si Sam ha apartado la cortina pero no. Sigue tan intacta como antes. Vuelvo al baño para vestirme y cuando estoy listo vuelvo a mi habitación. No tengo nada de hambre, no sé qué me pasa por dentro, pero tengo el estómago encogido. Me siento en el borde de la cama y miro la mesita de noche. Abro el cajón sin hacer ruido y de él saco una pequeña libreta roja. No me puedo creer que la tenga yo, me siento mala persona, rozo con el dedo índice las letras blancas 'Dreams'. No tenía opción.

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