domingo, 20 de enero de 2013

4. CRUELDAD.


Samantha- Va a ser un año horrible.
Bajo las escaleras lentamente con aquel pensamiento entre mi trabada memoria, ¿qué puedo hacer? Tengo claro que no se dará por vencida, que continuará haciéndome rabiar hasta que por fin, me rinda. Pero no le pondré las cosas tan sencillas, en bandeja de plata, por supuesto que no. No tengo intención de luchar, por mi propia experiencia he comprobado que resulta en vano, puesto que cuanto más lo intente, más se acrecentará su interés por hacerme caer. La ignorancia es quizás mi único recurso para seguir adelante. Quizás sea una decisión cobarde, pero por mi propia cuenta he descubierto que jamás tendré las de ganar.
Me pregunto por qué se muestra tan poco recíproca hacia mí y a mis deseos de paz y buena convivencia. Apenas me ha dejado presentarme, no se ha molestado ni en conocerme realmente, tiene una imagen precipitada de mí, y no sé a qué viene. Los prejuicios son los aliados de la Sociedad. Sí, anteriormente he tenido una mala imagen de ella nada más verla cruzar la puerta, pero al menos yo estaba en lo cierto. ¿Y si se trata de que en realidad soy una persona odiosa? Aunque no tendría sentido, no me conoce de nada. Estoy confusa.
En cuanto llego al bajo, donde se encuentra la amplia sala común a rebosar de residentes y alumnado, me siento intimidada y en mi garganta comienza a crecer una especie de nudo. Me da fobia la gente, o al menos en grandes cantidades. En el instituto, cada vez que almorzábamos en la cafetería me agobiaba hasta el punto de tener que hacerlo fuera. Me da miedo la gente, y lo peor es que ahora estoy sola. Antes tenía a Johanna, Ruth y Liam. Ahora no tengo nada. Con pensarlo se me revuelve el estómago. Aquello de trabar nuevas amistades no se me hace una idea lo suficientemente realista como para llevarla a cabo. Mi círculo de amigos ha sido siempre de un tamaño minúsculo, lo suficiente. Ahora me veo rodeada de rostros desconocidos que ríen y mantienen conversaciones.
De repente, alguien choca contra mí. Me giro para ver de quién se trata, pero ni siquiera se ha parado a mirar si algo de la montaña de libros que lleva sobre los brazos, ha caído. Me froto con la mano sobre la zona afectada, seguramente mañana tendré un hematoma, soy bastante sensible.
X- Torpe.
Alguien de entre la multitud pronuncia esa única palabra. No me había percatado hasta ahora que toda la sala estaba en perpetuo silencio. Miro todos los pares de ojos que centran su mirada en la mía, inspeccionándome, analizándome. Mi corazón comienza a latir a un ritmo más veloz. Sin poder evitarlo, una imagen sobre una presa se me viene a la cabeza. Una manada de leones hambrientos hallan entre los arbustos un apetecible ciervo. No me gusta que toda esta gente clave su mirada en mí, no me parece el mejor comienzo.
X- ¿A qué esperas? ¡Vete!
Un chico pelirrojo pronuncia esas palabras con ímpetu y de manera despectiva. No comprendo nada, ¿por qué se comportan así? No me conocen, ¿es todo porque soy la novia de Liam? Si es así, no comprendo la complejidad de la mente humana. Que no les guste el grupo no implica nada, es su carrera, no sus relaciones sentimentales. Como continúen mirándome de esa manera, comenzaré a llorar.
Intentando evitar un conflicto verbal, hago caso de las palabras del pelirrojo de voz de pito, y salgo de la sala común, pero también salgo de la residencia. Por el camino no he oído más que insultos, y ante ellos he intentado hacer oídos sordos, pero ha resultado en vano. 'Muérete ya, puta asquerosa', 'Tu novio ha acabado con la música' o 'A saber qué hacen esos cinco gays en los camerinos', han sido los más utilizados. Todas aquellas frases insultantes iban acompañadas de una malvada risa asemejada a la de Danna.
Danna.
Pensar que tengo que volver a mi habitación para ver a ese demonio pelirrojo, me revuelve el estómago. Como continúe con la cantinela de 'Te odio, te ignoro, pero te hago rabiar', prometo que iré al despacho del decano y le suplicaré, si es necesario, que me cambie de compañera. No puedo luchar desde dentro, sé que esta bienvenida no ha sido lo que me esperaba, en realidad no me esperaba nada.
Me siento en las escaleras de la entrada a pensar en lo ocurrido. ¿Toda la residencia está en contra mía? ¿Todos ellos desean mi muerte de forma lenta y dolorosa? ¿Insultan a mi novio y a sus amigos? ¿Se ríen en mi cara por todo aquello? Al pararme a procesar toda la información mis ojos se anegan en lágrimas. En el momento de lo ocurrido me ha pillado tan de sorpresa que no he podido reaccionar de ninguna manera, pero ahora me siento fatal, como si me hubieran clavado una estaca en el pecho allí mismo. Sentirse odiada por todo el mundo, que nadie salga entre la gente para apoyarte, ayudarte, defenderte... Soy un obstáculo para todo el mundo.
Las lágrimas, una vez han empezado a salir, no paran de recorrer mis mejillas. Debería darme vergüenza hincharme a llorar en medio de la calle, mientras la gente que camina tranquilamente se encuentra con una idiota que llora por el odio recibido. No llego a comprender la forma en que se han unido para hacerme sentir horrible, no les he hecho nada, no entiendo a la gente.
De repente un chico se me acerca. Mi primer pensamiento es que viene a reírse de mí, por lo que instintivamente me estremezco, pero no es así. Se acerca con gesto preocupado, y veo que de la mochila azul marino que lleva a la espalda, saca un paquete de pañuelos. Saca uno y me lo ofrece lentamente. He dejado de llorar por un instante, atenta a los gestos del chico que se ha molestado en acercarse a mí para ayudarme, es la primera buena noticia del día. Con el rostro completamente rojo, o al menos eso creo, acepto su obsequio. Le doy las gracias con un tono de voz tan flojo que pienso que ni siquiera me ha escuchado, pero al ver la media sonrisa dibujada en su cara, me doy cuenta de que estaba equivocada.
Es un chico delgado y alto, aunque no mucho. Tiene unos ojos marrones oscuros y una corta melena rubia bastante lacia. No le había visto acercarse, ha aparecido de repente, dispuesto a ayudarme. Cuando decido preguntarle su nombre, mi móvil comienza a vibrar en mi pantalón. Con un gesto de la mano le pido que me disculpe, y el chico sin decir nada, me sonríe y baja las escaleras lentamente para no molestarme, qué encanto. Al mirar el nombre que aparece en la pantalla de mi móvil, soy yo la que sonríe.
Samantha- Te echo de menos.
Liam- Y yo a ti, ayer mismo te tenía entre mis brazos , y eso me duele.
Son las palabras de Liam las que me provocan un pinchazo en el pecho. Siento un enorme vacío que solamente él puede llenar. Es ahora cuando me doy cuenta de lo difícil que es mi vida sin Liam. Que es él mi apoyo, el que me hace seguir adelante. Ahora me hallo completamente sola, sin nadie que me ayude. Me alegra pensar que el chico de los pañuelos me ha ofrecido su ayuda. Me giro para buscarle con la mirada, pero mi corazón se encoge al ver que no hay ni rastro de él.
Liam- Bueno, ¿qué tal en la residencia?
Podría decirle todo lo que ha ocurrido, de todas las desgracias que se me han venido encima con tan solo dar un par de pasos. Podría comenzar a llorar de nuevo haciendo que viniera a por mí y que me llevara lejos, con él. Que me separara de todas aquellas horribles personas que se encuentran en la sala común. Podría decirle la verdad, pero son mis problemas, no los suyos.
Samantha- Perfectamente.

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