sábado, 5 de enero de 2013

21. BIENVENIDA.


Siento el viento acicalándome el pelo. La velocidad me hace feliz. Voy tan rápido que no puedo apreciar con detenimiento el paisaje en el que me encuentro. No sé si estoy en la playa o en la montaña. Puedo estar en cualquier parte. Conduzco con habilidad en una carretera infinita. No hay más coches en ella. Solamente mi precioso coche rojo. Todas las ventanillas están bajadas y la música está al máximo volumen. Canto cada una de las canciones que suenan, río sin parar y soy feliz. Me encanta ésta sensación. De repente oigo un ruido extraño. Y cuando giro la cabeza a mi izquierda veo que Liam acaba de aparecer en el asiento del copliloto. Lleva una camisa blanca y una chaqueta de cuero negra. Me mira con deseo. Y al ver su expresión empiezo a reír. Se acerca a mi y me empieza a dar besos en el cuello. Sube hasta alcanzar mi oreja y me susurra:
Liam- Ponte el cinturón.
Todo pasa muy rápido. Vuelvo a revivir los escasos segundos antes del accidente. La luz penetrante me obliga a entrecerrar los ojos. Liam ya no está a mi lado, no me acaricia, no me da besos. Ha desaparecido. Entonces la fuerte luz se aproxima más a mi y a continuación grito.
Paul- Cariño, ¡cariño! Despierta, nos vamos a casa.
Intento acostumbrarme a la luz de la habitación, y luego me percato de que me encuentro húmeda. Estoy sudando. Es la segunda vez que sueño con el accidente. ¿Hasta cuándo va a durar esto? La novedad es que ésta vez aparecía Liam en él. En el otro me encontraba sola, caminando por la calle y de pronto aparecía un coche y ahí acababa todo. Éste sueño me ha resultado impactante. Porque por una parte me ha parecido muy real. Desconcertante. Esa es la palabra que define a mi pesadilla.
Mi padre hace ademán de ayudarme a levantarme. Pero yo le indico que no hace falta. Me las puedo arreglar yo sola. Mi madre está esperando en la puerta con una mochila en la mano. Se acerca, deja la mochila roja sobre la cama y la abre. Empieza a sacar cosas. Una camiseta, un pantalón corto, unos zapatos. También saca un peine para que me desenrede la maraña de pelos que hay en mi cabeza. Me deshago del camisón blanco y me empiezo a vestir. Corro al baño para peinarme. Ayer por la noche me quitaron la venda de la cabeza y sentí por fín el frescor recorrer mi cuero cabelludo. Quizás por eso soñé con el viento juguetando con mi pelo. Agarro el peine con ansia y empiezo a estirar los incontables nudos que se han generado en mi cabello. Después de un par de minutos mi pelo vuelve a tener su aspecto habitual. Liso. No me he visto en el espejo hasta ahora. Me acaricio las cejas y las peino con el dedo índice. Me quedo embobada un par de minutos más hasta que mi madre se asoma por la puerta para decirme que me dé prisa. Cuando termino me despido del Dr. Williams, de Jenny y salimos del hospital. ¿Dónde estará Liam? A él también le habrán dado el alta, porque estaba mejor que yo. Mi madre me obliga a subir a la parte trasera del coche. Al sentarme me entra un escalofrío porque recuerdo mi sueño. Mi madre parece darse cuenta, porque me da un beso en la frente.
El trayecto hasta casa es corto. Al llegar al portal miles de recuerdos vienen a mi. Echaba de menos mi casa. Estoy deseando tumbarme en mi cama y descansar bien de una vez por todas. Las camas de los hospitales son muy incómodas. Mi padre se adelanta para abrir la puerta, y cuando lo hace me indica que pase primero. Veo que mis padres están felices porque ven que recuerdo la casa, pero al pasar al salón veo que no es exactamente esa razón.
Todos- ¡Sorpesa!
Es increíble. Me han preparado una fiesta de bienvenida. Me llevo las manos a la boca para impedir gritar de la emoción. Han decorado la casa con globos, han puesto una especie de pancarta en la que pone 'Bienvenida, Sammy', e incluso me han hecho una tarta. Miro a toda la gente que ha venido a darme la bienvenida. Algunos rostros me suenan, otros me cuesta reconocerlos. Está toda mi familia. Mi tía Melissa, mi tío Tom, mi prima Becky, mi abuela Elisa, mi tía Jenny, mi tío Adam, mi prima Lucy y mi pequeño primo Nicholas. Todos han venido por mi. Para celebrar mi llegada. También veo a Liam que se acerca a ponerme un gorro igual que los demás y a darme la bienvenida. Veo que ya está normal. Con todo su color. Con toda su fuerza. Irradiando felicidad por doquier. Pero al volver a mirar a los invitados veo a dos chicas que pegan botes y tienen los brazos abiertos hacia mí. Sin pensármelo dos veces corro hasta donde se encuentran y las tres nos fundimos en un gran abrazo.
Sam- ¡Chicas!
Ruth y Johanna- ¡Sam!
Empiezo a llorar. Pero no de dolor, ni tristeza, sino de alegría. Es una sensación impresionante. Las he echado mucho de menos. Las necesitaba a mi lado. Que estuviesen conmigo. Que me apoyaran. Entiendo que no les dejaran entrar al hospital. Porque ya habían muchas personas. Pero las echaba de menos de todas formas. No me suelto de ellas. No quiero que se vayan de mi lado. Nunca.
Ruth- Oye... Nos vas a ahogar.
Samantha- ¡Da igual!
Estoy llena de felicidad. Al final las dejo libres y me voy a saludar a todo el mundo. Me preguntan qué tal estoy y si aún tengo miedo. Les doy besos en las mejillas a todos y cojo a mi primo Nicholas en brazos y empiezo a bailar con él. Sus carcajadas de bebé me han reír a mi también. De pronto noto cómo alguien me dá un par de golpecitos en el hombro. Al girarme veo que es Liam. Me sonríe.
Liam- ¿Me concedes este baile?
Dejo a mi primo en brazos de su madre y acepto la mano que me ofrece Liam y empezamos a bailar. Yo no sé bailar. Me muevo como un pato, pero él sí parece tener experiencia. "Nota mental: Preguntarle cómo aprendió a bailar." Mi torpeza le hace reír. Casi me alza del suelo para que no tropiece. Así es más fácil. Todos se nos unen y empiezan a bailar. Todos los aquí presentes tienen la misma habilidad que yo para mover el cuerpo. Se nota que somos familia.
Adam- ¿Pero es que nadie quiere tarta?
Todos abandonamos la pista de baile deprisa y corriendo para entrar a la cocina donde se encuentra la comida. Mis primos empiezan a coger patatas mientras que los mayores se sirven pequeñas copas. Yo le pido a mi tío que me sirva un buen trozo de tarta. Tengo hambre. En cuanto me lo sirve vuelvo al salón para sentarme al sofá. Observo mi plato de tarta y veo que es de chocolate. Me encanta. La apuro rápidamente y cuando decido ir en busca de una servilleta porque me he llenado la boca de chocolate, aparece Liam con un rollo de papel en la mano. Parece que me lee la mente. Apoya un pie en la escalera y me ofrece una servilleta. Yo me levanto para recogerla y cuando me la da me indica con la cabeza que subamos. Le hago caso y empezamos a subir escaleras hasta que llegamos al primer piso. Las habitaciones. Recuerdo dónde está mi habitación. A la izquierda. Y efectivamente esa es. Las paredes verdes claritas me lo confirman. Al entrar por la puerta blanca y ver mis pertenencias donde las dejé me hace sacar una sonrisa. Recuerdo cada detalle de mi cuarto. Me adentro en ella y empiezo a observar cada objeto que me pertenece. Desde el armario hasta una goma de borrar. Pero mi mirada se para en la pared que está enfrente de mi cama. Es la pared que está repleta de fotos. Pequeños recuerdos plasmados en forma rectangular. Me siento en la cama y me detengo en cada una de esas fotos. Salgo yo, y mi familia, y Liam. Felices. Contentos. Alegres. Viviendo buenos momentos. Entonces recuerdo que me encanta hacer fotos.
Liam se sienta a mi lado y observa conmigo las fotos. Me gusta mirarle. Su mirada está llena de secretos. Hay un mundo detrás de cada gesto. Y lo voy a descubrir. Se da cuenta de que lo miro, así que se acerca y me da un beso en la mejilla. Aún se me hace un poco extraño la confianza entre nosotros. Pero sé que es algo normal. Así que lo acepto de buena gana.
Samantha- Estoy deseando que empiece el juego.

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