sábado, 5 de enero de 2013

22. VALENTÍA.


Llevo unos diez minutos despierta. Y en estos diez minutos no he apartado la vista del techo de mi cuarto. Dubitando. Dubitando sobre cosas que se me olvidan al instante de la poca importancia que tienen. Mis padres se fueron ayer por la noche a pasar el fin de semana en casa de mi tía Jenny. Me dijeron que si me quería ir con ellos, pero les dije que no tenía muchas ganas. La verdadera razón es que no quiero perderme el juego que había ideado Liam. Estoy ansiosa por saber qué cosas voy a descubrir y de qué manera. No sé si comenzaba hoy o mañana, pero la ilusión no me la quita nadie.
Decido que es hora de levantarse. Hoy he dormido más de la cuenta. Algo extraño en mí. Vuelvo a mirar el reloj, son las 10:12. Me desperezo y me pongo mis zapatillas. Camino hasta la ventana que da al jardín delantero para subir la persiana. Arrastro los pies hasta la puerta mientras me rasco la barriga. Al abrirla y dar un paso hacia delante piso algo que no es el acostumbrado suelo de madera. Agacho la mirada y me pongo en cuclillas para recoger lo que parece un post-it. Tiene dibujada una flecha. Miro a ambos lados del pasillo y veo que a la derecha hay una fila de post-it's que me llevan hasta la escalera. ¿Es parte del juego?
Sonrío para dentro y corro rápidamente al baño para arreglarme. Me peino el pelo con rapidez y me hago una cola alta. Me encanta hacerme coletas. Me dirijo de nuevo a mi habitación y me quito el pijama para cambiarlo por unos pantalones vaqueros cortos y una camiseta verde de tirantes lisa. Me pogo unas sandalias blancas y verdes y salgo al pasillo.
Las notas permanecen como estaban. Sigo divertida la pequeña fila que me conduce hasta la escalera, en la que en cada peldaño se encuentra otro post-it. Cada uno de un color diferente. Pero todos con la misma flecha dibujada. Desde lo alto de las escaleras observo el bajo. Cuando las notas llegan al suelo dan una vuelta en torno al sofá y acaban en la puerta. ¿A quién se le ocurre? Bajo las escaleras con rapidez y precisión y cuando llego a la puerta principal paro y abro suavemente. Asomo la cabeza para ver si me espera algo y efectivamente. Me encuentro a Liam sentado con las piernas entrecruzadas en una pequeña mantita de picnic. Lleva una camiseta de manga corta con las mangas azules y unos pantalones negros con unas converse blancas. En las manos lleva una taza y una tetera.
Liam- ¡Buenos días! ¿Un té?
Me siento enfrente de él y acepto el vaso que me ofrece. Le doy un pequeño sorbo. Está justo en el punto de azúcar. Delicioso. Mi cara de felicidad hace reír a Liam. Se sirve un vaso a él y abre la cesta que nos separa. En ella hay miles de chucherías. De todos los colores y formas. Cojo asombrada una pequeña bolsa de gominolas con forma de osito de distintos sabores. Tienen buena pinta. Miro de nuevo en la cesta en busca de otros alimentos. Pero solo hay chuches. ¿Es este mi desayuno? Contemplo de nuevo la bolsita que sujeto. La abro lentamente hasta que consigue un pequeño hueco en el que pueden adentrase mis dedos.
Liam- Esas son tus chuches favoritas. Ositos de Haribo. Come una.
Cojo la primera que alcanzo. Rojo. Me lo llevo a la boca y degusto su dulzura. Están de muerte. Entonces lo recuerdo. Miles de tardes comiendo bolsas enteras como la que sujeto. Dirijo la mirada hacia la cesta y observo esas regalices rojas y negras que tanto me gustan. Todas esas piruletas de sabores. Incluso encuentro un par de barritas de chocolate. Es como una pequeña cesta repleta de felicidad. Cuando alzo la mirada veo que Liam me mira con una sonrisa. Le ofrezco un osito de mi bolsa y él alarga la mano para cogerlo. Cuando nuestras manos se unen siento un pequeño escalofrío. Tiene la mano caliente, mientras que la mía está congelada. Me gustaría dejarla así hasta que entrase en calor. Pero Liam retira la mano para llevarse la chuche a la boca.
Samantha- Me gustan tus juegos. Deberíamos jugar más a menudo.
Mi comentario le hace reír. En cuanto suelta una carcajada mi corazón empieza a latir con rapidez. ¿Pero no éramos amigos? ¿Por qué me siento como si fuera algo más? Serán cosas mías. Intento calmarme comiéndome otro osito de gominola. Somos amigos. Nada más. Únicamente estamos haciendo cosas que hacen todos los amigos. Desayunar en medio del jardín chucherías. Es normal, ¿no? ¿A quién pretendo engañar? Mejor olvidarlo.
Liam- Y eso que esto es solo el principio.
Samantha- Por cierto, ¿éste va a ser nuestro desayuno? Porque no parece muy saludable.
Liam- ¡Oh! No, era mi manera de recordarte lo obsesionada que estás con las chucherías.
Liam se gira y saca una bolsa que no había visto antes. ¿Ha estado ahí todo el rato? Las gominolas me han cegado por completo. Liam abre la cremallera y saca una caja de galletas con pepitas de chocolate. No son caseras, pero tienen muy buena pinta. A continuación saca un par de zumos. Ambos de melocotón. Cojo uno y abro el tapón para darle un sorbo. Está demasiado dulce, muy industrial para mi gusto, pero lo acepto a regañadientes. Liam parace darse cuenta, porque se disculpa al ver mi expresión de resignación. Abre el paquete de galletas y me ofrece una. La cojo y la deboro con rapidez. Estoy hambrienta. No me había dado cuenta hasta ahora. Estaba demasiado perpleja ante los acontecimientos. Sabía que íbamos a jugar, pero nunca pensé que así.
Samantha- Bueno, ¿qué me vas a contar en este Día 1?
Liam- Empezaré desde el principio. Te voy a contar la historia de cómo nos conocimos.
Me parece un buen comienzo. Está bien eso de comenzar desde el principio. Miro a la calle y hasta el momento no he pensado que pudiesen pasar más personas por aquí. He centrado mi mundo en nosotros dos. Pero es que hay gente mirándonos, y no me extraña. ¿Qué hacemos montando un picnic en medio del jardín? Tampoco es de su incumbencia, así que no le doy importancia. Me centro de nuevo en Liam.
Samantha- Adelante.
Liam- Teníamos 4 años. Yo siempre te veía en los patios. Aunque no sabía tu nombre. Ibas a la otra clase. Eras igual que yo, no tenías amigos. Nadie te hablaba y si lo hacía era para meterse contigo. Estuve pensando en hablar contigo algún día, pero la timidez me comía. Un día. En el patio, a la hora del almuerzo, el matón de mi curso: Jason Middle, me lanzó un batido de chocolate a la cabeza. Y acertó de lleno. Yo no iba a decirle nada, porque sabía por experiencia que no merecía la pena. Iba a ir al baño a lavarme, pero de repente oí a alguien gritar el nombre de Jason. Eras tú. Tú fuiste al medio del comedor a gritarle a Jason que me dejara en paz. Yo me acerqué de nuevo porque estaba anonadado ante tu valentía. Jason dijo: "¿Es que ahora tiene que venir tu novia a defenderte?" Y en cuanto terminó de formular la pregunta le tiraste a la cabeza el contenido de tu vaso de leche. Antes de que pudiera reaccionar me cogiste de la mano y me llevaste corriendo detrás de un árbol. Donde nadie nos encontraba. Aún recuerdo la conversación:
<<Liam- ¿Sabes lo que acabas de hacer?>>
<<Samantha- Claro que sí, no podía permitir que ese niñato te volviera a machacar.>>
<<Liam- Gracias.>>
<<Samantha- De nada. Por cierto, ¿cómo te llamas?>>
<<Liam- Me llamo Liam, ¿y tú?>>
<<Samantha- Yo me llamo Samantha, pero llámame Sam>>.
Samantha- Vaya...
Liam- Se podría decir que ese fue el comienzo de una gran amistad.
He escuchado cada palabra que salía de su boca con espectación. Creo que no he cerrado la mía durante toda la historia, porque la noto seca al volver en mi. ¿En serio yo fuí así de valiente? ¿En verdad yo soy valiente? La historia no me ha recordado nada. Pero por fín puedo decir que sé cómo comenzó todo. Este juego no me ayuda a recordar,pero me está enseñando cosas para seguir adelante. Es mejor que nada. Aunque es algo raro tener que oír tu historia de forma totalmente desconocida.
Samantha- Más, cuéntame más.
Estoy ansiosa por saber más cosas, cómo supimos que vivíamos uno en frente del otro. Cómo empezamos a juntarnos. Quiero saberlo absolutamente todo.
Liam- Lo sabrás todo. Todo cuando me prepares la comida.

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