sábado, 5 de enero de 2013

9. HAMBRE.


Me dispongo a cerrar la puerta. A duras penas meto la llave en la cerradura. Pero al final lo consigo. Es un mérito para mi cerrar o abrir a la primera. Tengo un pulso horrible y encima soy un pato. No sé cómo puedo seguir viva. Me tendría que haber tropezado de algún sitio alto y haber caído a las profundidades. Si muriera así a nadie le extrañaría. Todo el mundo conoce mi gracia para moverme.
Samantha- Tengo hambre.
Liam- Ahora vamos, pesada.
Nos dirijimos a su casa. Voy detrás de él. Llegamos en 30 segundos. Se saca las llaves del bolsillo trasero de su pantalón de chandal y mete la llave con habilidad en la cerradura. Eso es suerte. La verdad es que Liam también es un torpe. Sólo que a mi no me gana nadie. Si hicieran concursos me presentaría y ganaría.
Cuando abre la puerta se apoya en ella y estira el brazo izquierdo en señal de que pase. Doy dos pasos y me paro en seco. Cuánto tiempo sin entrar en aquella casa. Pero está intacta. Llevo más de dos años sin poner un pie aquí. Pero nada más hacerlo se me vienen a la cabeza millones de recuerdos. El salón, el comedor, la cocina. La escalera que lleva a las habitaciones. Todo está igual. Es un poco emotivo.
Me giro para mirar a Liam. Está tan absorto como yo. Y eso que vino ayer. Se ve que se ha parado ahora a pensar en ello. Instintivamente le doy un abrazo. Él lo acepta de buen agrado y esconde su cabeza en mi pelo. Está tenso. Le abrazo más fuerte y él a mi. Estoy a punto de llorar. Pero no puedo hacerlo. Se supone que le tengo que consolar a él y no al revés. Tengo que cumplir mi cometido. De pronto se separa de mi y me mira a los ojos. Los tiene llorosos.
Liam- No puedo. No sé cuánto me voy a quedar aquí. Igual me voy mañana mismo. No tengo ni idea.
Samantha- Sí que puedes. No, no sabes cuánto tiempo te vas a quedar aquí, ¿pero te lo vas a pasar de brazos cruzados y lamentándote? No creo que sea la mejor opción. Debes vivir el momento. Tienes que aprovecharlo. Que quede grabado en tu memoria.
Espera un momento. ¿Yo? ¿Diciendo algo profundo y convincente? Imposible. Se ve que mi madre y Johanna me están pegando algo de su psicología al fin y al cabo. Pero parece ser que le he inculcado alguna clase de valor. Porque sus ojos brillan y está sonriendo. Le he ayudado. Creo.
Liam- Tienes razón, Sammy. ¿Qué quieres desayunar?
Samantha- Algo comestible.
Liam- ¿Quieres tortitas?
Samantha- ¡Sí! ¿Sabes cómo hacerlas?
Liam- No, ¿y tú?
Sí, ese es Liam. El hombre que va a hacer tortitas sin saber cómo. Pero por algo existe Internet. Esto habría que grabarlo. Y lo grabaré. Por supuesto. Necesito una cámara.
Samantha- No. Lo miramos en Google y punto. Por
cierto, ¿dónde está tu cámara?
Liam- Genial. Pues creo que está en la mesa del comedor. No sé si le queda batería.
Antes de irme a encender el ordenador del salón echo una ojeada a la cocina. A ver qué está haciendo. Efectivamente he hecho bien en mirar. Se está poniendo un delantal verde de flores precioso. Luego le haré una foto. La cámara está donde Liam me indicó. Tiene la batería al 100%. Perfecto.
Enciendo el ordenador y mientras se inicia observo atentamente cada adorno de la estantería que hay encima del escritorio. Hay millones de fotos. Todas de Liam y sus hermanas mayores. Otras de toda la familia. Hay una que me llama la atención. Es la de Liam de pequeño disfrazado de Woody. No puedo evitar sacar una sonrisa. Me encanta esa foto. Está guapísimo. Al lado de esa foto hay una de nosotros dos. Estamos en un parque. En los columpios. Ambos estamos en lo más alto. Felices, sonrientes. Sin preocupaciones. Qué bonito es ser niño.
El ordenador arranca. Inicio sesión y me meto en internet. Tecleo 'Google' en el teclado y escribo: 'Cómo hacer tortitas'. Obviamente clickeo en el primer enlace. Lo leo rápidamente y le doy el visto bueno. Cualquiera tiene esos ingredientes en su casa. Leche, huevos, harina... Imprimo la receta como puedo y cuando voy a coger el folio oigo una especie de 'plof'.
Samantha- Liam, ya tengo la receta.
Liam- ¿Sí? Pues yo tengo un problema.
No creo que sea nada grabe. De camino cojo la cámara. En cuanto cruzo la puerta de la cocina suelto una gran carcajada. A continuación me siento en la encimera. Estaba en lo cierto. Liam estaba cubierto de la cabeza al pecho de harina. Estaba tan gracioso que hacerle una foto fue un movimiento automático. Miro la foto detenidamente y me empiezo a reír como una loca. No puedo parar. Y aunque el ponga cara de enfadado sé que la situación le parece cómica.
Sigo observando la foto con una sonrisa y riendo de vez en cuando. Esta va a mi pared. Sin duda. Noto su presencia. Aparto la vista de la cámara un momento y ahí está. Lleno de harina. Se está mordiendo el labio y sin pensármelo dos veces le hago otra foto. Le pillo de improvisto. Me da tiempo para ver la foto. Sale muy sexy. Pero me quita la cámara de las manos y la deja sobre la encimera.
Samantha- Bueno, ¿me piensas contar lo que ha ocurrido?
Liam- Por supuesto. Es una hisotira divertida. Para toda la familia.
Samantha- Estoy deseando escucharla.
Liam- Todo transcurre hace poco tiempo. Cuando le iba a preparar el real desayuno a una bella dama. Esta bella dama desapareció tras la puerta en busca de la receta mágica de las tortitas. Y yo, cual higiénico caballero me vestí con este delantal tan masculino. Empecé a divagar sobre los ingrediente que pueden contener unas tortitas. Harina. Fue en lo primero que pensé. Me dirigí confiado, mentalizado hacia la despensa. Abrí de par en par las puertas y sin darme tiempo a reaccionar. Un saco de harina se precipitó sobre mi cabeza. ¡Oh! Salió de entre mis labios. El estruendo llamó la atención de la bella dama. Que acudió en mi rescate sin dudarlo. Cómo no, con cámara en mano. Tan buena fue mi suerte que la reacción de la bella dama acabó entre carcajadas y sonrisas. Y me atacó gratuitamente haciéndome una foto. Esta es la historia de la Bella y el Idiota.
Samantha- Me ha encantado. Es preciosa. ¿Y cuál es su contraataque, caballero?
Liam- Lo estáis a punto de presenciar, bella dama.
No me da tiempo a reaccionar. Liam coge tan rápido como puede el saco con lo que queda de harina y sin pensárselo me lo echa sobre la cabeza. Idiota. Los dos nos empezamos a reír. Me quito lo que me ha quedado en los hombros y se lo restriego por toda la cara.
Samantha- ¡Pero qué guapos!
En cuanto lo digo intento escapar de su venganza. Pero mi intento es fallido. Porque me coge por la cintura y me atrae a él. Estamos muy cerca el uno del otro. Casi siento los latidos de su corazón. Estamos riendo pero las risas disminuyen convirtiéndose en sonrisas. Estamos a escasos centímetros.
Liam- No te vas a escapar.
Me lo susurra al oído y me da un escalofrío. Estamos tan cerca. Está entornando los ojos ¿Me va a besar?

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