sábado, 5 de enero de 2013

5. REENCUENTROS.


En cuanto terminamos de comernos el pescado que había preparado mi madre me subí a mi habitación. No sé si tenía ganas de quedar con Johanna esta tarde. Porque no me encontraba muy bien, estaba nerviosa. Pero por otro lado se merece saber lo que siento. Porque desde que él se fue me ha estado apoyando en todo, y ahora le debo una explicación. Además, le encanta ayudarme. Ruth también, pero Ruth es un poco insensible. No le gustan los abrazos. Tampoco puede ver a alguien llorar, así que puede estar poco tiempo en la misma habitación que yo. No, eso es exagerar. Ruth es una increíble persona que está ahí cuando más la necesitas. Pero es una vaga que está viciada a los videojuegos. Y te puede dejar plantada para echarse unas partidas. Aún así la quiero.
Conocí a Johanna y Ruth en un parque de atracciones de excursión con el instituto. Iban al mismo que yo, pero nunca había hablado con ellas. Esto fue hace unos 4 años. Yo estaba mareada por montarme en una atracción que daba mil y una vueltas. Estaba sentada en un pequeño banco azul, al lado de un hombre mayor con gorra y bastón que me miraba de reojo. Tenía los ojos llorosos y de repente aparecieron dos chicas que no conocía de nada. Se acercaron a mi con la preocupación en el rostro.
Ruth- ¿Qué te ocurre, cariño?
Tenía el pelo ondulado pelirrojo muy largo. Y unos ojos verdes preciosos. Lo raro es que no tenía pecas. A lo mejor era teñida. Johanna en cambio tenía el pelo corto, liso y rubio y los ojos de color avellana, me miraban con una sonrisa de complicidad, para que no desconfiara de ellas. Me sentía como un cachorrito.
Samantha- Que no me encuentro nada bien. Y no puedo moverme para ir al baño.
Johanna- ¡Oh! Si quieres te ayudamos. El baño más cercano está a un par de metros. No te preocupes.
Samantha- Muchas gracias. De verdad.
Intenté sonreír. Pero en cuanto lo hice volví a poner cara de asco. Quería decirles mi nombre. Por si no me conocían, pero no era buen momento para presentaciones. Cada una me sujetó de un brazo y prácticamente me arrastraron hasta el baño. En cuanto puse un pie en el aseo corrí hacía el váter más cercano. Solté mi alma por la boca. El desayuno, el almuerzo, todo. No debería entrar en detalles. Cuando terminé noté que alguien me recogía el pelo en una coleta. Mientras otras manos me sujetaban la frente.
Ruth- ¿Estás mejor? ¿Quieres un poco de agua?
Sí, agua es lo que necesitaba. La boca me sabía fatal. No habría estado mal que me hubiera traído un cepillo de dientes.
Samantha- Sí, me encuentro mejor. Mucho mejor. Tengo agua en mi mochila, ¿me la podéis dar?
Johanna- ¡Por supuesto!
En ese momento me acordé de quienes eran. Johanna Dickens y Ruth Princeton. Iban a mi clase de matemáticas a cuarta hora los lunes, martes y viernes. Siempre se sentaban juntas en la última fila. Mientras yo estaba delante con Liam. Johanna me ofreció la botella y la cogñi sin pensármelo dos veces. Estaba sedienta.
Ruth- Oye, ¿tú eres Samantha Holoway, no? La de mates.
Samantha- Sí, soy yo. Vosotras sois Ruth y Johanna, ¿no?
Ruth y Johanna- Las mismas.
Me sonrieron y yo les sonreí. Ese fue el momento en el que nos hicimos amigas. Sí, con un retrete de por medio. Pero aquí seguimos. Y no me arrepiento de haberlas conocido.
Son las 17:20 cuando suena el timbre. Siempre tan puntual. Me pongo delante del espejo y me repeino un poco. Observo mi conjunto: unos pantalones blancos vaqueros con una camiseta negra de The Beatles. Me pongo mis Converse negras. Cojo el dinero y mi móvil y me dirijo hacia la entrada. Ahí está. La chica más alta que he conocido en mi vida. Con una sonrisa en la cara. Johanna siempre va muy guapa. Se maquilla poco porque realmente no lo necesita. Hace una pequeña reverencia y me mira a los ojos.
Johanna- ¿Estáis preparada, Milady?
Samantha- Absolutamente, sir.
Nos reímos como locas hasta llegar al coche. Me pongo de copiloto en su bonito Audi rojo. Cuando Johanna cierra su puerta apoya la cabeza en el volante y me mira con morritos.
Johanna- ¿Y qué vamos a hacer hoy?
Samantha- Pues yo tengo hambre, ¡vamos a por un batido!
Johanna- Buena idea, ¡allá, vamos!
Hay una cafetería que hace los batidos más maravillosos de la ciudad. Posiblemente del mundo. Los hacen ahí mismo, de todos los tipos. Y le ponen un poco de nata encima. Me encanta la nata. Cuando llegamos a la cafetería vemos que está cerrada. Abren dentro de media hora. Así que nos bajamos del coche y nos sentamos en el bordillo.
Johanna- Bueno, no es lo mismo sin una bebida en mano. Cuéntame tus penas.
Ella siempre encontraba la forma de que me sintiera cómoda contando cosas que solo mi almohada llegaba a conocer. Una vez con una simple mirada consiguió que le contara lo que sentía por Liam. Mi plan de permanecer oculta ante ese tema salió muy mal parado. Aunque solo lo supiesen ella y Ruth, me sentía insegura. Son muchos años de traición. De no saber quiénes son mis amigos. Es como un acto reflejo. Es automático. No estoy acostumbrada a confiar en la personas. Siempre lo había hecho en una única persona.
Apoyo mi cabeza en su hombro. Y automáticamente empiezo a llorar. No me puedo creer que aún me queden lágrimas. ¡Tendría que estar seca! Pero aún así lloro como un bebé. Johanna me pasa el brazo izquierdo por los hombros e intenta tranquilizarme con pequeñas caricias. nos quedamos unos cinco minutos hasta que empiezo a hablar.
Samantha- Esto es muy difícil para mi. Y aunque ya haya decidido darle una oportunidad sigo teniendo dudas. Odio las decisiones, me hacen pensar más de lo que ya pienso.
Johanna- Oh, Sammy. No sufras. Sé que esto es muy duro, pero no debes dejar que te consuma. Debes ser fuerte. No te tragues tu orgullo. Pero no hagas la idiota conllevando su pérdida. No todo es negro o blanco. Existe el gris. Y ahora tú te crees que estás en negro, cuando realmente estás en gris. No seas tan dramática, por favor.
Johanna es igual o más psicóloga que mi madre. Siempre tiene la respuesta. Sabe cómo calmarme. Soy una histérica, así que siempre consigue tranquilizarme. Al igual que mi madre, tenía razón. Hoy el mundo se ha puesto de acuerdo para ser más listo que yo. No me gusta nada. Me siento idiota por no llegar a las mismas conclusiones que los demás. Será que estoy muy agitada para pensar con claridad.
Samantha- Entre mi madre y tú os podríais sacar un título de psicología conmigo.
Johanna- Tienes razón. Eres todo un caso. La verdad es que podría estudiar eso. Me gusta saber lo que pasa por la mente de las personas. Vaya, Sam. Has hecho que piense en mi futuro.
Es verdad. Johanna no sabía lo que quería estudiar. Decía que no sabía lo que quería y que no tenía prisa por descubrirlo. Que ya sabría lo que querría hacer con su vida. La verdad es que es muy buena escuchando y buscando opciones y salidas en los callejones mentales. Se sentiría muy a gusto en esa carrera. Dra. Johanna M. Dickens. Le pega.
Samantha- Veo que nos hemos ayudado mutuamente. He resuelto tus dudas y tú las mías.
Johanna- ¡Sí! Formamos un gran equipo.
Samantha- Ni que lo digas.
Ya eran las 18:00. Y la cafetería estaba abierta. Nos pedimos dos batidos. El mío de chocolate, y el suyo de fresa y plátano. Nos quedamos una hora hablando de cosas sin importancia. De su posible futura carrera de psicología. De que queremos ir las tres a la misma universidad, pero que si no es a Cambridge que se vaya olvidando del plan. De los chicos que entraban y salían de la cafetería. No sin antes sonreír a Johanna. Claro.
Johanna- ¿Y te acuerdas de cuando se me salió la leche por la nariz cuando Ruth se calló de la silla porque tú la empujaste? *Riendo*
Samantha- ¡Jamás me olvidaré de eso, fue increíble, lo dejaste todo perdido! *Riendo*
Johanna- Y luego apareció mi madre...
Samantha- ...Y te dio un coscorrón y se te salió también por la boca. Ahí fue cuando nos caímos todas al suelo.
Johanna- Fue brutal... Ay... ¿Nos vamos ya, que son las 19:15?
Samantha- Claro, vamos.
El trayecto hacia mi casa fue muy rápido. Seguimos contando anécdotas divertidas de nosotras tres. De leche saliendo por la nariz. De camisetas llenas de chocolate. De sonrisas anchas y miradas alegres. Buenos tiempos. Me alegro de haber quedado con Jo. Necesitaba reírme un rato.
Me despido de ella con un gran abrazo y me dirijo hacia mi puerta cuando suena algo. Como un choque. Proviene de la casa de enfrente. Parece que se ha caído algo al suelo. Me giro y me encuentro con que hay un montón de maletas en la entrada. La puerta está abierta. También hay un coche aparcado enfrente de la casa. El maletero está abierto y parece que alguien está cogiendo algo. No. No puede ser.
Entonces es cuando se confirman mis sospechas. Ese alguien cierra el maletero con una mano mientras que con la otra sostiene una gran caja de cartón. En cuanto coge la caja con las manos se percata de mi presencia, me mira a los ojos y sonríe.
Liam- ¡Sam!
Samantha- Liam.

No hay comentarios:

Publicar un comentario