sábado, 5 de enero de 2013

53. DISFRAZ.


¿A ahogar las penas? ¿De qué habla? Si ya nos hemos desahogado bastante. Que aparte de ella contar sus cosas he aprovechado el momento para contarle por fin a alguien lo de Liam. Necesitaba soltarlo ya de una vez por todas. Es realmente estresante. Esta batalla interna que lucha dentro de mi ser me inquieta lo que no está escrito. Por un lado estoy enfadada, pero por otro lado me siento culpable. Porque ambos mentimos. Mentimos como bellacos. Pero la diferencia es que él me perdonó y yo le monté la de San Quintín. Me siento una persona horrible. Él podría haberse enfadado, pero en cambio no lo hizo. Estoy realmente alterada. Necesito alejarme un rato del mundo que me rodea, pero no sé cómo.
Samantha- ¿Qué quieres decir?
Ruth- ¿Por qué no salimos? Vamos a un bar y tomamos algo. Necesito desconectar.
¿Tomar algo? Eso implica alcohol. Estoy completamente en contra del alcohol. No he probado una gota. Como mucho el champán de los brindis de fin de año con mi familia. Pero mis labios, por voluntad propia, jamás han tenido contacto con bebidas alcohólicas. No veo necesario tener que alejarse del mundo mediante una botella de vodka. Hay millones de maneras. Puedes escribir lo que sientes. Puedes escuchar una clase de música que te dé ganas de romper cosas. Miles de formas mejores que las de matar neuronas mediante la bebida. No quiero ser cómplice de la causa adolescente.
Ruth- No me mires así. ¡Vamos, será divertido!
Me coge de las manos y las balancea. No aparto la mirada de nuestro nudillos. No quiero mirarla a los ojos. Siempre que Ruth quiere algo, pone una cara que extrañamente me hace hacerle caso. No quiero caer en la trampa. Por un lado no quiero disgustarla. Lo ha pasado mal, y me necesita. Puedo quedarme sentada en un rincón. Puedo llevarme los cascos y encerrarme en mi burbuja. De vez en cuando debemos hacer algunos sacrificios por nuestros amigos. Al final levanto la cabeza y ahí está. Esa cara que me persigue por las noches. Pura maldad.
Samantha- No sé, Ruth...
Ruth- ¡Vamos, vive el momento!
La nueva Sam. La nueva Sam haría algo así. Diría que sí a todo lo que le propusiesen. Debo seguir con mi plan de cambios. Quiero aprovechar cada segundo de mi vida. Quiero vivirlo. Debo cumplir con mi cometido. Acabar aquello que empecé. No puedo dejarlo a medias. Porque sino termino esto. Imagina algo importante. Jamás terminaría las cosas que me propongo. Todo a medias. No me gusta cómo suena.
Samantha- Está bien.
Ruth- ¡Genial! Mientras te cambias yo voy a lavarme la cara, pareceré un payaso.
La verdad es que sí. Se le ha corrido todo el rímel. No me ha resultado tan cómico hasta ahora. Sería porque no era momento de risas. El ambiente se ha caldeado. Ya ha vuelto la Ruth de siempre. La extrañaba.
Subo por las escaleras detrás de ella. Y como Ruth se siente como un su propia casa de las incontables veces que ha venido aquí, se encierra de un portazo en el baño y escucho cómo abre el grifo y todos los cajones que se encuentran por su paso. Entro en mi cuarto dejando la puerta entornada. Me acerco hasta mi armario que abro de puerta en puerta y examino el contenido. ¿Qué se supone que tengo que llevar para ir a un pub? Supongo que un vestido. Pero es que yo no tengo vestidos. No me gustan ni las faldas. Siempre uso pantalones. Me incomoda la posibilidad de que se me suba para arriba. No tengo ganas de pasar por eso. Busco entre las chaquetas y camisetas colgadas y encuentro una camiseta desconocida por mí. Es de tirantes, negra y de lentejuelas. Ya recuerdo. Me la regaló mi tío Adam por mi cumpleaños hace un año. Dijo que las chicas de mi edad les gustaban estas cosas. Enterré la camiseta entre las pilas y pilas de ropa. Supongo que es un buen momento para estrenarla. Saco un pantalón corto blanco de uno de los cajones y me desvisto no sin antes poner las cortinas para que nadie mire. Es una costumbre que tengo. No me puedo desnudar delante de nadie.
Adentro la cabeza y los brazos por los huecos de la camiseta y me miro en el espejo de al lado del armario. Me queda bien, no me viene pequeña. Me pongo los pantalones blancos dando un pequeño salto al final para encajarlos y miro mi montón de zapatos. ¿Cuáles me pongo? Me decanto por las de montañero negras. No pegan para nada, pero es o eso, o las Converse. De pronto caigo en algo. Yo tenía un sombrero negro. Debería usarlo. Busco con la mirada dentro del armario pero no lo diviso. Cierro las puertas, vencida. Y entonces lo veo. Está en el perchero que cuelga de la puerta. Lo alcanzo al fin victoriosa y me lo pongo a la vez que me coloco frente al espejo. Nunca uso este gorro.
Ahora que me miro al espejo. Me gusta lo que veo. me gusta verme así, con un estilo diferente. Siempre suelo llevar camisetas básicas con pantalones vaqueros, pero hoy voy distinta. Guapa. La idea me hace esbozar una ancha sonrisa. De repente alguien silba.
Ruth- ¡Menuda belleza! Cariño, vas a hacer que me cambie de acera.
Corre para ponerse a mi lado frente al espejo. Se ha desecho de todo el maquillaje que llevaba y se ha vuelto a pintar. Se ha hecho una raya negra alrededor de los ojos para hacer resaltar sus llamativos ojos verdes. Está preciosa. Cojo un mechón de su pelo. De su increíble pelo pelirrojo. Lo lleva eternamente largo. Y encima rizado. Ruth es una chica preciosa, me encantaría ser como ella.
Me coge de la mano y me lleva hasta el baño. ¿Qué pretende? Coge la plancha y comienza a hacerme tirabuzones con ella. Nunca lo había intentado. Es genial. No queda rizado, pero sí ondulado, y eso es algo antinatural en mi pelo. Solamente lo hace por delante, creando una cascada ondulada a ambos lados de mi cara. Ojalá se quedase así para siempre. Coge un lápiz de ojos y me obliga a cerrarlos. Al principio me hace un poco de daño, pero luego lo noto menos. A continuación alcanza un rímel de ojos y dibuja unas largas y negras pestañas que no tengo. Me pinta un poco los ojos con sombra negra y los labios rojos.
Ruth- ¡Voilà!
Samantha- Vaya...
Me ha hecho quedarme espaldas al espejo, por lo que no he podido ver su trabajo hasta ahora. Me acerco al espejo entreabriendo la boca. Impresionada. Impactada. ¿Es esta la imagen de la nueva Sam? Porque sinceramente, me encanta. Por primera vez en mi vida me veo guapa. Sonrío al espejo, satisfecha y me giro para mirar a Ruth que ya está en la puerta con el móvil en la mano.
Samantha- ¿Estoy guapa?
Ruth- Sam, tú siempre has sido guapa.

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