sábado, 5 de enero de 2013

60. DIVERSIÓN.


Desde que he comenzado con el tema de la infancia y sus entrañables recuerdos a los cuales anhelo, no hemos dejado de hablar de otra cosa. Tanto tiempo hemos empleado en ello, que ahora estamos andando por la calle, a las siete de la tarde para ir a la feria. El tema ha creado una bomba de conversación, nos hemos visto obligados a sentarnos en el colchón para continuar el debate que traíamos entre manos. ¿Qué haríamos si volviéramos a ser niños? Mi respuesta fue revolcarme por el suelo y hacer cualquier idiotez que estuviera en mi mano. Recrear todos aquellos momentos con Liam a mi lado. Ser consciente de nuestra infancia, vivirla de verdad, no tras una historia. Su respuesta ha sido la de cambiar su actitud respecto a los demás. Me ha confesado que le gustaría haber sido más abierto con la gente en el colegio cuando tuvo la oportunidad, a ver qué habría sucedido en dicho caso. Sinceramente, a mi ese tema cuanto menos lo visualice, mejor. No me gusta rememorar aquella mala etapa a la cual no recuerdo, pero no siento necesidad de hacerlo.
A continuación hemos hablado de los inconvenientes de ser mayor. Las respuestas son obvias. Las responsabilidades, los cambios, las incesantes molestias. Cuando crecemos, todo nos parece más insoportable. Sí, esa época denominada adolescencia. Nos volvemos bordes y apáticos. La tomamos con la gente que nos quiere, en especial con nuestros padres. Siempre lo negamos, pero que la verdad sea dicha. Nos convertimos en seres insufribles. Ya sea por nuestras hormonas revolucionadas o por nuestro simple comportamiento. Lo que me resulta cómico, es que la gente mayor nos insulta. Nos llama inmaduros e incompetentes. ¿Qué esperan, acaso? ¿Es que nunca han sido jóvenes? Cuando eres joven tienes sueños, y quieres exprimir cada momento de tu vida. También somos vagos y nos negamos a hacer determinadas cosas, pero, ¿qué persona mayor no ha sido así? Espero no convertirme en una cascarrabias cuando tenga 40 años. Quizás sea parte de la madurez.
Samantha- Llevo siglos sin ir a la feria. Realmente tengo muchas ganas.
Liam- Creo que ha sido una gran idea, lo pasaremos genial.
Me coge de la mano y la aprieta entre su suave aunque robusta mano. Siempre me sorprenderá la gran diferencia de tamaños entre mi mano y la suya. Permanecemos unidos, por una conexión, aunque realmente son dos. El silencio vuelve a estar de nuestra parte, como durante todo el camino, lo que significa que hablamos con la mirada. Me lanza una sonrisa rápida y sé que está emocionado ante la idea de ir a la feria. La verdad es que me muero de ganas por llegar. Soy una miedica respecto a las atracciones, pero si me insisten, monto. Me arrepiento durante el camino pero luego reconozco que ha sido una gran experiencia. Al menos puedo decir que me conozco a mí misma.
Después de cinco minutos andando por las vivas calles llenas de gente, llegamos a la feria. Un bombardeo de luces me obliga a entrecerrar los ojos. Es el cartel que nos da la bienvenida a 'FunnyLand'. Siempre venía aquí de pequeña con mi padre. Me montaba en las ocas, que consistía en un corto viaje por un riachuelo montado en una balsa con forma de oca. En la rampa de en medio, yo siempre me agarraba al borde, imaginando que me precipitaba hacia el abismo. Con los años fui perdiendo el miedo, pero inconscientemente me agarraba cuando llegaba el momento. Se convirtió en mi atracción favorita, aunque fuera realmente poco emocionante.
Liam- Primero a la Crystal Mountain. ¿Votos a favor?
Ambos levantamos el brazo a la vez y corremos hasta la cola. Como su propio nombre indica: 'Montaña de cristal', es una montaña rusa de cristal. Pero no es realmente cristal, es un material del cual desconozco que tiene la apariencia del cristal. Evidentemente si fuera de cristal se rompería en añicos. La cola no es muy extensa, por lo que no tardamos en llegar hasta el puesto de los tickets. Pido dos, le doy uno a Liam y el otro me lo guardo en el bolsillo de la chaqueta. Hace fresco, por lo que he decidido abrigarme un poco.
Cuando Liam me ha propuesto lo de venir a la feria, lo primero que se me ha pasado por la cabeza fue que era una gran idea. Lo segundo fue que quizás aquí Liam fuera muy reconocido por las fans, y pudiese ser atacado por un montón de Allison's. Pero luego pensé que sería algo injusto. No puede vivir encerrado entre cuatro paredes. Debe salir al exterior y llevar una vida tan normal como la de todo el mundo. Un grupo de chicas no deberían ser un inconveniente para su diversión. Él también se merece un respiro. La privacidad es elemental.
Liam- ¿Preparada, Sammy?
Ya estamos dentro de uno de los pequeños vagones. Alzo el pulgar arriba en señal de afirmación, pero de pronto escucho cómo chirrían los engranajes. Esto va a comenzar. Los nervios recorren mis extremidades y agarro, tensa, la barandilla que tengo enfrente. Liam me mira de forma inquietante e incomprensible. Maldita sea. Siempre me pasa lo mismo. Me monto decidida, y a continuación entre en un estado nervioso. Soy predecible a más no poder. Los vagones empiezan a moverse, la gente aplaude y da gritos de emoción, yo tengo ganas de bajarme. Subimos una cuesta lenta y pesada. Por favor, que acabe ya. Liam me ofrece su mano, muy considerado por su parte, pero yo me aferro a su brazo, asustada. Cierro los ojos y escondo el rostro. Siento el bombeante cosquilleo recorriendo mi estómago. Cerca del final. Oigo cómo Liam me dice algo, pero no consigo entender de que se trata, porque entonces es cuando nos precipitamos hacia el suelo. El cosquilleo se me hace llevadero y me veo obligada a reír. Grito para liberar la tensión y veo a Liam desternillándose por mi reacción al lado. Levanto los brazos a la vez que grito y lamentablemente, llega a su punto final. Nos bajamos, me siento eufórica. Quiero montarme otra vez.
Samantha- Perdona, ¿qué habías dicho antes?
Liam- Que no he visto persona que lo pase tan mal, pero tan bien en las montañas rusas.
Le cojo de la mano, sonriente, enchida de felicidad, para llevarle hasta un puesto donde venden palomitas y algodón de azúcar. Compro una botella de agua y un paquete pequeño de palomitas. Mientras me guardo el dinero se me cae una moneda, por lo que me agacho a recogerla, y cuando me incorporo y me giro, me sobresalto al ver a Liam con un algodón de azúcar en la mano más grande que nuestras cabeza juntas. Le robo un pedazo que me llevo a la boca y paseamos entre la gente.
Samantha- ¡Vamos a montar en más cosas!
Estoy eufórica. A rebosar de alegría. Siento adrenalina, me gusta la adrenalina. Es como que te empuja para hacer cosas. Me encanta esa sensación. Cojo a Liam de la mano y juntos nos montamos en unas siete atracciones más. Ya son incontables para mí. Al bajarnos del Aqua Splash me siento exhausta sobre un banco vacío. Ahora estoy realmente cansada, la adrenalina ha abandonado todo lo que soy. Cojo de las pocas palomitas que quedan y le doy un sorbo a la botella de agua. Al alzar la mirada, veo que Liam contempla algo alejado, a lo alto.
Samantha- ¿Y ahora, qué?
Liam- A la noria, para acabar la noche.
La noria. Nunca me he subido en una noria. La idea me pone los pelos de punta. Me dan miedo. Sé que en las montañas rusas hay más riesgo, pero hay algo en las norias que me hace dar un paso atrás. Pero ya he arrastrado a Liam a muchos sitios, le toca elegir. Me pongo en pie y le sigo arrastrando los pies hasta la no muy larga cola de personas. Cuando me coloco a su lado, me pasa un brazo por los hombros y me aprieta suavemente contra él. Cada vez siento cómo me pesan más los parpados, por lo que cuando los vuelvo a abrir, ya estamos los primeros en la cola. El corazón me vuelve a latir a mil, como al principio de la visita. No puedo montarme en esa trampa mortal. Tarde. Liam me abre la puerta de la cabina para que pase y me siento en medio, para estar lo más alejada de las ventanas. Se sienta a mi lado contemplando con una sonrisa el iluminado paisaje.
Liam- Es precioso. Siempre es mejor dejar la noria para el final.
En un minuto, el cual cuento mentalmente, comienza a ponerse en marcha. Los ruidos extraños me hacen ponerme tensa de nuevo, y me aferro con una mano al asiento vacío que tengo al lado. Después de dos vueltas, le voy encontrando la gracia a esta atracción. Efectivamente, como anteriormente ha dicho Liam, se ve absolutamente todo. Todo Wolverhampton está iluminado. Son como pequeñas estrellas en el suelo. Cojo la suficiente confianza como para ponerme en pie. Me agarro a los costados de la ventana para mantener el equilibrio, y el campo de vista se me hace más amplio. De pronto la noria para. Alarmada, miro a Liam, que ríe ante mi reacción. Al segundo comprendo que es la parada que hacen todas las norias. Casualmente nos encontramos en el punto más alto. Ahora se puede ver con detenimiento toda la ciudad. Es increíble.
Samantha- Gracias por traerme aquí.
Liam- Gracias por seguir en mi vida.

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