sábado, 5 de enero de 2013

28. LOCURA.


Noto el frescor, el aire recorriendo mi pelo. Bailando entre los mechones. Una leve sensación de libertad recorre mi cuerpo por dentro. Noto mis extremidades más ligeras, no tan alertas como siempre. La tensión acumulada abandona todo lo que soy. Si te paras a pensarlo, puedes llegar a sentir muchas cosas balanceándote en un columpio. Por muy torcido que esté realiza su labor.
Hago presión con los pies en la hierba y paro en seco. Corro hacia el interior de la casa para a continuación tumbarme en el cómodo sofá. Toda la casa para mí sola. Liam ha salido un momento a por el pan. Le quedará poco. He dejado la puerta de la casa abierta para que corra el aire. Rebuscando entre los cajones del armario de las hermanas de Liam he encontrado un bonito vestido veraniego. Me llega por las rodillas. Es de un color crema con unos volantes hechos de encaje. Precioso. Debería de haberme esperado a que volviese Liam para preguntarle si me lo podía poner, pero no he podido resistirme.
Alzo la vista en busca de el mando de la tele. Quiero escuchar un poco de música. Lo diviso en uno de los brazos del sillón y me levanto a por él. Enciendo la televisión y empiezo a buscar un canal de música. Después de treinta canales encuentro uno. Casualmente acaba de comenzar una canción llamada 'Sing', de Travis. Al final acabo memorizando el estribillo y prevalece en mi memoria. Comienzo a tararearla durante la publicidad. Me está entrando el sueño, y eso que son las doce y media de la mañana. En cuanto acaban los anuncios empieza a sonar una nueva canción. Únicamente se escucha la melodía de un piano. De un único piano de fondo. Abajo aparece el título de la canción: 'Mad world', de Gary Jules. En la pantalla aparece todo negro, no hay movimiento, incluso da la sensación de que se ha ido la señal, pero la canción continúa ahora con una voz que canta una triste sintonía. Aparto la vista de la pantalla y centro la mirada en un punto fijo del techo, observando el infinito. Escucho la letra atentamente, intentando memorizar cada una de las palabras, todas ellas deprimentes. Habla de lo difícil que es todo, de cómo cambia el mundo y todo lo que eso conlleva. A mitad de la canción se me escapa una lágrima y mis ojos se cierran instantáneamente, vencidos por el sueño.
Aparezco en lo que parece ser un portal de una casa. De un edificio aparentemente deshabitado. Estoy a cuatro patas sobre el frío y duro suelo de mármol. Me levanto con cuidado de no volver a caer y me acerco a un coche para observarme reflejanda en el cristal. Es un coche negro de cristales tintados. Al ver mi reflejo contemplo cómo mi bonito vestido ha sido reemplazado por un aburrido traje gris. Miro a mi alrededor en busca de señales de vida. No hay rastro. Está todo deshabitado, parece que no ha habido nadie en años por estas tristes calles. Observo la larga fila de coches aparcados, todo ellos iguales. Negros y con los cristales tintados. Realmente extraño, pero luego me percato de que al igual que los coches, los edificios son todos iguales. Sin nada que les haga destacar. Todos ellos son del mismo gris que mi traje y con pequeñas ventanas cerradas del tamaño de un cuaderno. ¿En qué clase de lugar me encuentro? Alzo la cabeza para contemplar el cielo y observo atónita la extraña apariencia de un cielo negro. Con un sol resplandeciente. Es realmente desconcertante, pero no le doy más importancia. En cuanto bajo la vista escucho tocar un piano. El sonido viene de mi derecha, así que sin pensármelo dos veces me dirijo hacia allí lo más rápido que puedo, atrapada por la melodía. Al llegar al cruzo giro a la derecha y ahogo un grito a ver que miles de personas, con el mismo traje que yo se acercan a mi a velocidad normal, pero con los brazos extendidos. La situación no daría tanto miedo si todos ellos no llevaran esas máscaras blancas tan siniestras que les cubren el rostro impidiendome observar sus facciones. La melodía suena cada vez más fuerte, ahora acompañada de voces que emiten un mensaje que no logro entender. La gente de los trajes se acerca cada vez más a mi. El miedo y el pavor me obligan a gritar, pero mi cuerpo me impide moverme. Estoy clavada en el suelo. Totalmente indefensa. Impotente. Ya me han alcanzado, me agarran por las extremidades y por fín comprendo lo que sus labios de plástico me cuentan: 'Mundo loco'.
Liam- ¡Sam! Sólo a ti se te ocurre quedarte dormida con la puerta abierta.
Abro los ojos de par en par, observando lo que me rodea. La terrorífica escena desaparece y comprendo que estoy en el salón de la casa de Liam. A salvo. No sé ha qué ha venido este sueño. Ha sido posiblemente uno de los más desconcertantes de mi vida. No me ha transmitido nada, pero aún así no me lo esperaba. Ha sido impactante. Cojo el mando que ha caído a mi costado y apago la televisión. Al mirar a Liam veo que lleva una bolsa con una barra de pan en la mano. Me incorporo y al hacerlo observo que no estamos solos. Detrás de Liam, en la puerta, una niña de unos nueve años me mira con gesto paciente. Le echo unos nueve años, más o menos. Es una chica preciosa, de pelo rizado, corto y castaño, con unos ojos azules oscuros que intimidan. ¿Qué hará aquí? No parece familia de Liam. Al ver mi mirada confusa hacia la pequeña, Liam se hace a un lado para dejarle paso a la niña.
Liam- Ésta es Maddison, nuestra vecina. Cuando teníamos trece años jugábamos con ella al escondite. Me la he encontrado en la panadería con su padre y se me ha ocurrido que podría venir a jugar un rato para... ya sabes, recordar. Le he contado todo lo que te está pasando.
Antes de que pueda saludarla con un leve gesto de la mano y una sonrisa se abalanza sobre mí y me da un fuerte brazo, tan fuerte como sus cortos brazos se lo permiten. Es una ternura, debe de tenerme mucho cariño, y seguro que yo a ella, es imposible no querer a esta niña. Es horrible y doloroso no poder recordar nada sobre ella. Se despega de mí después de un par de segundos. Veo que esboza una ancha sonrisa. En sus ojos se nota la añoranza.
Samantha- Hola, Maddy.
Maddison- Hola, Sammy, te he echado de menos.
Me ofrece su pequeña mano y yo la acepto sin dudarlo. tiene la mano increíblemente suave y cálida. Incluso mi diminuta mano con mis cortitos dedos es más grande que la suya. Es enternecedor. Salimos de la casa y veo que Liam, que va por delante de nosotras, se gira para lanzarme una mirada de complicidad que desprende cariño, acompañada de una gran sonrisa.
Liam- Bueno, ¿queréis jugar?
Maddison- ¡Sí! Yo cuento.
Liam me desea suerte y yo le muetro una sonrisa divertida. Maddy se tapa los ojos con las dos manos y empieza a contar. Liam ha desaparecido detrás de la casa, por lo que yo me adentro en ella. Miro rápida todos los posibles escondites en la parte baja y opto por esconderme en el hueco de detrás de las escaleras. Me siento en el suelo y pego las piernas al pecho sujetándolas con las manos. Escucho cómo Maddy avisa de que ha termidado de contar y oigo cómo se mete dentro de la casa. Por el estrecho hueco de las escaleras consigo ver cómo busca por la cocina y el salón sin resultado. Me escondo de nuevo al ver que se acerca a mi escondite, pero pasa de largo para abrir la puerta que lleva al jardín trasero.
Maddison- ¡Liam, te pillé!
Liam- ¡No vale! Pensaba que habías subido.
Escucho la melódica risa de Maddison sonar y la veo entrar por donde ha salido con Liam siguiéndola por detrás. Salgo de mi escondite y me reuno con ellos en el jardín delantero. Veo que Liam se tapa los ojos con las manos para empezar a contar, pero yo se lo impido. Comienzo a hacer pruebas de si es cierto que no ve y al dar mi visto bueno empieza a contar hasta diez. No sé adónde ha ido Maddy, pero yo corro hacia el jardín trasero para esconderme detrás del viejo árbol. Me está gustando lo de jugar al escondite. La última vez que recuerdo haber jugado es con mi prima Lucy hace seis años. No creo que Liam me encuentre aquí, ya que es donde él se ha escondido anteriormente. Pero parece ser que me equivoco, porque alguien me coge por la cintura, se acerca a mi oído y dudo mucho que sea Maddy.
Liam- Te pillé.

No hay comentarios:

Publicar un comentario