sábado, 5 de enero de 2013

2. SORPRESAS.


Lo poco que he soñado hoy se basaba en pesadillas. No recuerdo cual fue el último sueño normal que tuve, quizás es que nunca he tenido sueños normales. Lo paso muy mal en las pesadillas. La sensación de realidad es tan grande que cuando me despierto me tengo que preguntar si sigo soñando. Son las 9 de la mañana. Soy muy madrugadora. No puedo evitarlo. No sé por qué me pongo el despertador si empiezo a funcionar antes que él. Fue un regalo absurdo de mi tía Melissa. Pero lo que cuenta es la intención, ¿no?
Me pongo mis zapatillas azules de Mickey Mouse y camino cuidadosamente hasta la puerta. A estas horas mis padres estarán durmiendo así que abro la puerta sigilosamente y me dirijo al baño. Enciendo la luz y me quedo lo que me parece ser una hora, pero es un simple minuto observando como parpadea una de las bombillas. Alguien tiene que cambiarla. Me pongo enfrente del espejo. Y lo que ayer por la noche era un pelo liso, ahora es una maraña de puntas abiertas. Tengo que cortármelo dentro de poco. Me cepillo lentamente el pelo hasta conseguir mi pelo aburrido de siempre. Me hago una coleta alta y me lavo la cara. Tengo ojeras, menuda novedad. Odio el maquillaje, me parece que la gente lo sobrevalora en cuanto a belleza, pero no tengo ganas de tener la típica conversación con mi madre de por qué tengo esa cara, así que me veo obligada a ponerme un poco de maquillaje. Listo. Casi no se nota, solo yo sabré que hoy he soñado con el Día Incompleto. Sí, así es como llamo al día de mi cumpleaños. Esta semana solamente he soñado con eso. Y no es agradable.
Me da grima entrar en mi baño. Las paredes son blancas, y el suelo también, lo único que tiene color es la cortina de la bañera. Amarillo. Odio el amarillo. Me recuerda a las flores que ponen en los funerales. Es el color de las flores que llevaba mi abuelo Carl en su entierro. No es un bonito recuerdo.
Me dirijo hacia la cocina, para prepararme unas tostadas con mantequilla y mermelada de fresa, acompañadas de una gran taza de leche con Cola Cao. Así que abro de par en par el armario de madera que está encima de la tostadora y busco el pan de molde y el Cola Cao. Ahí están. Meto dos rodajas de pan en la tostadora y la enciendo. Abro el frigorífico para coger la leche, la mantequilla y la mermelada. Encuentro la leche y la mantequilla, pero no hay mermelada de fresa. Menudo fastidio. Menos mal que me gusta la de albaricoque.
En cuanto las tostadas saltan, pego un bote. Siempre me asusto cuando saltan. Soy así de simple. Unto la mantequilla y la mermelada en las tostadas y me preparo el vaso de leche. No enciendo la televisión para no hacer ruido, pero me entretengo leyendo una revista de cotilleo de mi madre. Al ver la portada se me escapa un suspiro. Ese gran titular me rompía el corazón, no podía: "One Direction en las finales de la gira*. Cada noticia, cada vídeo, cada comentario hacia él me parte el corazón. Soy muy frágil.
Aparto la revista de un manotazo, y en el mismo instante suena mi móvil. Corro rápidamente hasta mi habitación para que la melodía no despierte a mis padres. ¿Quién me llama a estas horas? Cómo no, Johanna. Johanna es madrugadora como yo. Puede que incluso más. Se levanta a las 7 de la mañana para ir a correr, no puede estar quieta ni un segundo.
Samantha- Hola, Johanna, ¿ocurre algo? Es muy pronto...
Johanna- ¿Que qué ocurre? ¿Pero es que no ves las noticias?
Tenía la voz entrecortada, se ve que había hecho algún tipo de esfuerzo. Me estaba asustando.
Samantha- A las 9 de la mañana la verdad es que no, ¿me piensas contar lo que pasa?
Johanna- Ha vuelto. Sam, ¡ha vuelto!
Samantha- ¿Ha vuelto qui...?
Entonces caí, ¿quién se había ido de mi lado? Solo había una persona, y esa era él. Colgué el teléfono sin despedirme. Algo bastante grosero por mi parte, pero no me salían las palabras. Salí corriendo a la cocina a coger la revista de cotilleo, era de la semana pasada. Entonces fue cuando mis labios articularon las dos únicas palabras que mi corazón deseaba pero temía:
Samantha- Ha vuelto.

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