sábado, 5 de enero de 2013

41. MOVILIZAR.


No sé si debería preguntarle si le sucede algo. O por qué ha reaccionado así ante mi pregunta. El por qué de que haya apartado la mirada en cuanto ha sido capaz de contestar. Leer. Ha leído. ¿Qué ha leído? No recuerdo haber visto ningún libro encima de su mesita de noche. A lo mejor lo guarda en la estantería. Lo más parecido que he visto a un libro en su habitación era esa pequeña libreta roja. Esa libreta roja que escondió lo más rápido que pudo en cuanto me escuchó entrar a su habitación. ¿Qué pondrá en esa libreta? La intriga puede conmigo. Quizás son sus pensamientos. En ese caso no debería preocuparme. ¿Pero por qué me lo oculta de esa manera? Será la vergüenza. No es malo desahogarse entre en un par de renglones. Todos necesitamos liberarnos de vez en cuando. Yo le apoyo. Intentaré cambiar de tema para que no le resulte tan incómoda ésta situación.
Samantha- Bueno, respecto al juego, ¿de qué me vas a contar cosas?
Liam- Me alegra que lo menciones. Te voy a hablar sobre nuestra adolescencia.
Genial. Ha funcionado. Me vuelve a mirar con esa maravillosa sonrisa. Libre de miedos. al menos los aparenta bien. ¿Sobre nuestra adolescencia? Yo creo que sigo siendo adolescente, pero allá él. Hablará de mis estúpidas rabietas. Seguramente. Aunque la verdad fuí bastante tranquila. No alboroté demasiado. Fue toda una alegría para mi madre. Es ahora cuando parezco ser una cría de 15 años. Miro el reloj para comprobar la hora.
Samantha- Pues me parece que tendrás que empezar de camino a casa. Ya han pasado 15 minutos.
Nos despedimos de Henry y vamos de vuelta a la tienda de fotografía donde Olivida nos espera con una bolsa en la mano. ¿Cuánto rato llevará así? A lo mejor nos ha visto venir. Me esperaría cualquier cosa de esta mujer. Nos entrega la bolsa que sujeta y Liam se encarga de pagarle. ¿Va a pagarlo todo él? Me saco el monedero de la mochila pero Liam me coge de un brazo para pararme.
Liam- Pago yo.
Le entrega un billete que del cual no consigo identificar la cantidad y de vuelta recibe unas libras insignificantes. Odio que la gente me pague las cosas. Siento como si le debiera algo a esa persona. No me gusta deberle nada a nadie. Es como una especie de compromiso. No lo soporto. Mi enfado desaparece cuando Liam pasa su brazo derecho por mis frágiles hombros. Caminamos así hasta llegar a nuestro barrio. ¿Iremos a su casa?
Liam- Yo voy a mi casa, corre a la tuya para coger el bañador y vienes. ¿De acuerdo?
Asiento con la cabeza y Liam me suelta para dirigirse a su casa. Yo camino despacio sin apartarle la vista de encima hasta toparme con el buzón de mi casa. En todo el estómago. Me agarro la barriga para mitigar el dolor pero resulta en vano. Levanto mi camisa y veo que tengo medio estómago rojo. En un minuto desaparecerá. Cojo las llaves de mi bolsillo delantero del pantalón y abro la puerta con asombrosa agilidad. Hoy tengo un día bueno. Exceptuando lo del buzón. Me encuentro a mis padres desayunando alegremente. Ambos se giran para observarme y yo les doy los buenos días. Le doy un beso en la mejilla a cada uno y les informo de que voy a la piscina de Liam a pegarme un baño y que volveré para comer. Supongo. La verdad es que últimamente mis padres me están dando mucha libertad. Se ve que saben que luego voy a tener que hincar los codos como nunca y me dejan aprovechar el momento. Nunca había estado tanto tiempo fuera de casa.
Subo a mi cuarto para rebuscar entre los cajones de mi armario en busca de mi bikini y lo encuentro oculto bajo un vestido veraniego de flores que nunca me he puesto, ni me pienso poner. Me lo pongo rápidamente, me echo un poco de crema en la cara para no quemar mi delicada piel y bajo las escaleras para dejar mi casa atrás de nuevo. Cruzo la calle no sin antes mirar a ambos lados. Un coche está a un par de metros. Me da tiempo de sobra a pasar. Llego al portal de la casa de Liam y toco el timbre. Alguien me contesta, pero no de dentro de la casa. Sino de fuera. Del jardín. Ya estará en la piscina. Qué impaciente.
Camino hasta la parte trasera y me encuentro a Liam en bañador guardando la manguera en el pequeño almacén. Esboza una ancha sonrisa al verme y yo le imito. Me pregunto si le gustará mi sonrisa tanto como a mí me gusta la suya. Definitivamente lo dudo mucho. Cierra la puerta del almacén y se acerca a mi lado.
Liam- ¿Te piensas bañar con ropa?
Samantha- Un segundo.
Me aparto de él un par de centímetros y me quito la camiseta y los pantalones para dejarlos sobre la hierba a un lado y que no se mojen. Dejo las chanclas al lado de la ropa y antes de darme cuenta Liam me tiene cogida por la cintura. Y ahora me lleva en brazos. Me niego. No. Suelo, te quiero.
Samantha- ¡Liam, por favor, no! ¡Me da miedo!
Liam- No tengas miedo, pequeña.
Y antes de que me dé tiempo a replicarselo nos lanzamos los dos, bueno, yo siendo lanzada por él, y caemos en el centro de la piscina. El agua está lo que se dice, bien helada. Tengo que dar varia brazadas para entrar en calor, y en menos de lo que me esperaba ya no tengo frío.
Samantha- Te odio.
Liam- No me digas esas cosas, que lloro.
El tono pijo que acaba de poner me hace reír. Qué poco típico de él. Siento ganas de vegarme de él, por lo que me subo a sus hombros cual koala, y me aferro a su espalda como si en ello consistiera mi vida. Él se sumerge y yo con él y por la presión del agua acabo soltándome. Él me coge por la cintura y acabo en sus brazos de nuevo. Siente una extraña pasión por cogerme. Voy a empezar a cobrarle. ¿A quién intento engañar? Me encanta hasta decir basta.
Liam- Te contaré nuestro primer baile de fin de curso. Teníamos 11 años. Sí, en parejas. Oh, el terror de todos los chicos del colegio. Tener que bailar con sus parejas. Chicos y chicas empezaban a juntarse. Chicos y chicas que incluso se había llegado a pegar entre ellos, pero que les daba igual con tal de no quedarse solos. Lo peor que te podía pasar era ir solo a un baile. Los que iban solos eran el hazme reír de todo el colegio. Adivina a quién les tocó solos. Exacto. A nosotros. Estábamos en el patio, a la hora del recreo cuando Mavy, Lidya y Caroline se acercaron a tí para reírse de que no tenías pareja para el baile. Comenzaron a fardar de que iban con los chicos más populares. Llegaron a empujarte, a insultarte y hasta hacerte llorar. Yo solo ví el momento en el que empujaron, pero supe que tenía que intervenir de inmediato. Llegué todo lo antes que mis cortas piernas me lo permitían, te levanté del suelo y les dije a las tres pequeñas brujas que tú no ibas a ir sola, que tú ibas a ir conmigo al baile. Las tres se fueron riendo. El día del baile, nuestras madres nos prepararon para que fuéramos bien arreglados y cuando llegamos al gimnasio, donde se celebraba el baile, adivina lo que sucedió ahí. ¿No se te ocurre nada? Nadie, absolutamente nadie bailaba. Los chicos estaban sentados en un lado hablando entre ellos y las chicas al otro haciendo exactamente lo mismo. ¿Sabes qué hicimos? Nos pusimos en medio del gimnasio y comenzamos a bailar. Ahí ninguno de los dos sabía bailar, así que hicimos lo más sencillo del mundo. Los presentes en la sala comenzaron a reírse de nosotros, pero a medida que avanzaba la música la gente empezaba a levantarse. A levantarse y a unirse a nosotros. Movilizamos a las masas. Fue increíble. Fue el segundo mejor día de mi vida.
Samantha- ¿Y cuál fue el primero?
Liam- El primero fue el día en que te conocí.

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