sábado, 5 de enero de 2013

27. MIEDO.


Corro hacia delante. Sin un punto fijo. No hay horizonte. Todo es de un color rojo oscuro. Como la sangre. Tengo la sensación de que debo huir. Huir hacia ninguna parte. Y es que aquí no hay nada. Estoy pisando un suelo invisible. Puedo estar cayendo y no enterarme. Pero aún así corro. Oigo cómo alguien susurra algo. Es como una especie de siseo. Cuanto más corro más nítido lo oigo. Quizás me esté adentrando hacia el mal en vez de evitarlo. Pero ahora mis piernas no pueden dejar de moverse. No obedecen a mis ordenes. Ahora oigo lo que dice esa voz desconocida: "Sam". Pronuncia mi nombre en un susurro. Al mirar hacia delante aparece un pequeño estanque. Rodeado de pequeños árboles. Sería muy normal si no fuer porque el estanque no está lleno de agua, no de un líquido rojo. Del mismo color que las paredes. Sangre. Me acero lentamente hacia el estanque y oigo de nuevo cómo esa voz desconocida pronuncia mi nombre. Ahora tiene una forma más humana, lo de antes me recordaba a una serpiente. Me acerco, atraida por el sonido de esa voz, al estanque. La voz no me resulta ya tan desconocida, creo que es de alguien conocido. Me acerco más al estanque, es sorprendente que no apeste a oxidado, huele a agua, pero tiene la densidad de la sangre.
Voz- Es la hora del juego.
Y de pronto caigo de cabeza al estanque lleno de sangre. Se me mete por la nariz, hasta llegar a los pulmones y ahogarme. Ahora sé de quién es esa voz. Liam. Entonces me despierto. Estoy completamente sudada. La sábana está a los pies de la cama y no hay nadie a mi lado. ¿Y Liam? Se habrá despertado antes que yo para desayunar. Miro la hora en el pequeño despertador de Batman que tiene. 09:34. Una hora normal. Me agarro la cabeza porque noto como si todo se moviese. Me duele. Me incorporo para desperezarme pero el simple ademán de intentarlo me obliga a tumbarme de nuevo. Me siento mareada. Será la impresión del sueño. Estoy impactada. Notaba de verdad cómo se me llenaba la boca y la nariz de sangre. He sentido cómo me ahogaba. Ha sido un sueño muy desagradable. Cierro los ojos para que se me pase el mareo y al abrirlos todo está donde debe estar. Nada se mueve y ni siquiera se me nubla la vista. Habrá sido una bajada de tensión. Me incorporo de nuevo, esta vez con buenos resultados, y ando descalza hasta el baño. Lo último que recuerdo antes de dormirme era cómo Liam de daba un beso en la cabeza y me decía: "Buenas noches, princesa". Eso fue precioso. Me sale una sonrisa nada más pensarlo.
Me lavo la cara y me la seco con una toalla. Rebusco entre los cajones hasta encontrar un cepillo y me peino el pelo como puedo. Está lleno de enredos. Al final me rindo y lo dejo más o menos cepillado. Voy aceptable. Pero tirando a mal. No me quito la camiseta de béisbol. Es realmente cómoda y fresquita. Bajo los escalones con pequeños saltitos, y en uno de esos pequeños saltitos caigo de culo por las escaleras.
Liam- ¿Sam? ¿Qué pasa?
La situación me parece tan cómica que no puedo evitar reirme. Estoy tumbada en vertical sobre las escaleras riéndome como una loca. Así evito el dolor que siento en mi trasero. Liam viene corriendo de la cocina. Lo sé porque lleva ese delantal tan bonito. Me ayuda a incorporarme y me obliga a sentarme en un escalón como una persona normal. Él se sienta en un escalón más abajo mirándome a la cara. Yo sigo riendo como si no hubiera pasado nada.
Samantha- Me duele el culo.
Liam- Eres una torpe, ¿qué hacías?
Samantha- Bajar las escaleras, ellas y yo parecemos no llevarnos muy bien.
Sigo riéndome. ¿Qué me pasa? No puedo parar. Es como si me hubiera quedado enganchada. ¿Y si me quedo así para siempre? Qué cosa más incómoda. El imaginarme la situación me parece todavía más cómico y río con más fuerza. Liam me mira con una sonrisa. Soy tan estúpida que sirvo de espectáculo. Que me metan a un circo. Al final me quedo callada mirando a Liam. Ahora no puedo dejar de sonreír. Y el me sonríe a mi. Es tan guapo. Me dan ganas de despeinarle el pelo. Y sin pensarmelo dos veces lo hago. Empieza a reirse y me coge en brazos.
Samantha- ¡Bájame, bájame!
Liam- Esto te pasa por despeinarme.
Me baja por los escasos escalones que quedan y me lleva hasta la puerta trasera de la casa. ¿Qué pretende? ¿Adónde me lleva? Empiezo a pegarle patadas al aire sin resultado alguno. Quiero bajarme, no me fío de él. Abre la puerta mientras me sujeta con la otra mano y al mirar al jardín trasero veo una pequeña piscina de estas hinchables de jugete para niños, hasta arriba de agua. No puede ser.
Samantha- Ni se te ocurra. ¡No, Liam, para!
Se está acercando más a la piscina, ahora estoy segura de que lo va a hacer. Está mirando la piscina con gesto malvado. Oigo cómo cuenta hasta tres y entonces me lanza a la pequeña piscina. Me zambullo en el agua e intento sentarme pero de pronto veo cómo Liam se lanza detrás de mi. ¿Cómo se le ocurre? Ni siquiera llevamos bañador. Esto es dar los buenos días, sí señor. Vuelvo a reirme como una loca y le pego puñetazos suaves en el hombro. Él se llena las manos de agua y me la echa en la cara. Yo le salpico como puedo pero al final vaciamos la piscina.
Liam- Buenos días.
Samantha- Eres idiota.
Me coge por la cintura y me obliga a sentarme sobre su regazo. Los dientes me empiezan a castañear, el agua está helada. Me froto los muslos con las manos para intentar entrar en calor, pero mis manos también están heladas. Con lo que yo soy seguro que me pongo enferma. Toso un poco para despejar la garganta y se me pasa. Me giro para mirar a Liam y le paso los brazos por el cuello. Le obligo a mirarme a los ojos, aunque no hace falta porque no ha dejado de hacerlo en todo el tiempo.
Samantha- Bueno, ¿qué me tienes preparado para hoy?
Liam- Seguiré contandote cosas de nuestra infancia, pero ya cuando teníamos 8, 9 años.
Asiento con la cabeza y me pongo en pie dentro de la piscina. Al poner un pie en la hierba el agua que chorrea de mi pelo cae al suelo. Me muero de frío. ¿No hay una toalla por aquí? Busco con la mirada el tendedero, pero está vacío. Empiezo a dar saltitos para que no se me congelen los pies. ¿Pero con qué ha llenado la piscina? ¿Con cubitos? No aguanto más, me meto dentro de la casa mojando el suelo de madera. Corro hasta el baño y cojo una toalla. Lo mejor será que me dé una ducha caliente. Me deshago de la camiseta de béisbol que está empapada y la dejo sobre el lavabo. Liam me ha dejado una camiseta, pero no ropa interior, y creo que de eso no me puede dejar. Me meto en la ducha cuando veo que empieza a salir el agua caliente. Qué sensación de felicidad, lo necesitaba. El agua caliente recorriendo mi cuerpo hasta llenarlo de su calor. Es realmente placentero. Al abrir las cortinas de la ducha veo que alguien abre la puerta del baño. Me escondo rápidamente de nuevo para que no me vea.
Samantha- ¡Liam, que estoy desnuda!
Liam- ¡Perdón, perdón! No había oído caer el agua. No sabía dónde te habías metido.
Samantha- Podrías haber llamado a la puerta, ¿no?
Asomo el brazo para alcanzar la toalla y noto que Liam me la entrega. Le doy las gracias y me envuelvo en ella. Cuando lo hago abro las cortinas de nuevo, esta vez para salir. Liam no me mira. Veo que se ha puesto rojo. ¿Esta situación le resulta más incómoda a el que a mi? No me lo puedo creer, soy yo la que está desnuda. De pronto caigo en llo que estaba pensando mientras me duchaba. Ahora me da corte.
Samantha- Liam, no tengo ropa interior.
Por fín Liam se gira y veo que se ha puesto todavía más rojo. Vaya, no sabía que podía llegar a ser tan vergonzoso. ¿No tiene dos hermanas? ¿Nunca las ha visto con una toalla? Bueno, yo no soy su hermana. La situación me parece tan graciosa que suelto sin querer una pequeña carcajada, Liam me mira atónito, ya tiene un color más humano. Desaparece detrás de la puerta sin decir nada y cuando vuelve veo que trae mi ropa de ayer.
Liam- Puedes usar la ropa interior de mis hermanas, a lo mejor te viene. Busca en su armario.
Lo dice tan bajito que me cuesta entenderle, pero al final capto el mensaje. Desaparece de nuevo detrás de la puerta. La verdad es que me hacía todavía más gracia la situación porque él aún iba mojado y con el delantal. Al recordarlo empiezo a reír de nuevo. Estoy loca. Me empiezo a secar con rapidez y me vuelvo a anudar la toalla alrededor del cuerpo y salgo del baño para entrar a la habitación de sus hermanas. Tienen un gran armario empotrado que ocupa una pared entera. Menuda exageración. Voy a tardar una vida en encontrar la ropa interior. Abro la primera puerta y veo abrigos colgados, abajo hay tres cajones pequeños. Los abro todos y solo encuentro bufandas, gorros y guantes de todos los colores. Descarto esta puerta y abro la de al lado. Veo un traje. Al sacarlo veo que es un traje de princesa. Es una monada, lo guardo en su sitio con una sonrisa. En esta puerta hay cuatro cajones. Abro los cuatro y aquí está la ropa interior. Cojo las primeras bragas que pillo y un sujetador negro y me los pongo. Perfecto. El sujetador me queda un poco grande, como era de esperar, pero no se nota mucho. Vuelvo al baño para ponerme mi ropa y me dejo el pelo secar al aire. No tengo ganas de secarlo.
Bajo las escaleras con cuidado para no caerme de nuevo y al llegar al bajo huelo algo caliente y dulce. ¿Qué está preparando? Me asomo a la cocina y veo a Liam a espaldas de mi con una sartén en la mano. Tortitas. Cojo aire para llenarme los pulmones de ese delicioso aroma. Me acerco por detrás sin hacer ruido y le pego un susto. Ni se ha inmutado. Veo que empieza a reirse por lo bajo. O me ha visto o me ha escuchado.
Samantha- Jó, quería darte un susto.
Liam- Plan fallido.
Pongo cara de enfurruñada y al verme Liam me da un beso en la nariz. Me veo obligada a quitar la cara de perro, porque con este chico es imposible no sonreír. Veo que se le ha quitado la vergüenza. Me da la sensación de que lo ha pasado realmente mal antes. Veo que apaga el fuego y cambia las tortitas de la sartén al plato. Yo cojo el bote de sirope de chocolate que hay para llevarlo a la mesa del salón. Al girarme veo que Liam no tiene intención de desayunar en la mesa y vuelvo a coger el bote. Voy detrás de él y salimos fuera. Veo que está de nuevo la manta de picnic de ayer y corro para sentarme. Liam deja el plato en medio de la mantita y vuelve a la casa para aparecer de nuevo con dos vasos y un cartón de leche.
Liam- Hoy te contaré la historia de cómo fue nuestra primera acampada. Sí, ¿tú y yo en el campo? Puro peligro. Teníamos 8 años. Mis padres tenían unos amigos con una casa enorme en el campo, y yo les convencí de que te vinieras conmigo para que no me aburriese. Al final accedieron. Los dueños de la casa pasaban más tiempo fuera que dentro de ella. Siempre salían a pasear por el bosque. La noche que llegamos nos dijeron que íbamos a dormir al aire libre. No nos habíamos traído las tiendas de campaña, por lo que nos dejaron unas y tú y yo tuvimos que dormir juntos. Antes de dormir el hombre, que creo que se llamaba Henri, empezó a contar una historia de miedo mientras se tostaban las nubes en el fuego. Era una historia sobre un monstruo que habitaba por estos bosques, no muy lejos de aquí. El monstruo salía todas las noches a las 12 de la madrugada para secuestrar a los niños que se quedaban a dormir hasta tarde. Ambos pasamos tanto miedo con la historia que llegamos a temblar. Cuando nos mandaron a dormir a mi se me pasó un poco, pero tú tenías el mismo miedo o incluso más. Recuerdo que cuando nos metimos en la tienda te cogí de la mano para tranquilizarte. También recuerdo lo que te dije:
<<Liam- Jamás permitiré que alguien te haga daño.>>

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