sábado, 5 de enero de 2013

39. PRIVACIDAD.


Me despierto plácidamente enroscada al cuerpo de Johanna. Estamos abrazadas la una a la otra. Automáticamente Johanna abre los ojos y me susurra los buenos días con una sonrisa. Yo le devuelvo el saludo y nos giramos a la vez para observar el aparente estado vegetativo de Ruth. Eso sí que es dormir. Al final hemos dormido todas en la misma cama. Algo sorprendente. Después de que Ruth nos confesara anoche lo de su largo viaje estuvimos hablando de temas inusuales. Temas serios. De lo que será el futuro, de la posibilidad de que nos veamos. Se me hace inconcevible. No me imagino una vida sin Ruth y Johanna. Creadoras de la mayoría de mis sonrisas. Ruth dijo que en el futuro le gustaría casarse. A Ruth le cuesta contar las cosas, por lo que tuvimos que preguntarle nosotras si le gustaría casarse con Erik. Su respuesta fue afirmativa. Ninguna nos reímos. Solamente sonreímos. La verdad es que yo también quier casarme. Siempre lo he dicho. Eso y tener hijos. A Johanna todavía no le atrae demasiado la idea. Ha tenido malas experiencias respecto a sus parejas. Resultaban ser todos iguales. Iban todos a lo mismo. Ha llegado a hartarse del género masculino. Solamente ha contestado con un 'Tiempo al tiempo'.
Johanna- ¿Le damos un susto?
No es necesario que dé mi consentimiento. Johanna se pone en pie y yo detrás de ella y juntas nos acercamos a Ruth por el otro lado de la cama. No sé qué pretende hacer, pero se me viene una vaga idea a la cabeza. Probablemente querrá pegarle un grito, pero en el último momento veo que Johanna alza la cabeza, en señal de que se le acaba de ocurrir una idea, y desaparece tras la puerta de la habitación para a continuación aparecer con su perra, Milly. Me llevo una mano a la boca para evitar soltar una carcajada, aunque ni una obra en su oído podría despertar a Ruth. En cuanto ha aparecido con Milly en brazos he captado sus pensamientos. Johanna es la reina de las jugarretas. Esboza una ancha sonrisa de maldad cuando acerca a Milly a la cara de Ruth, y en cuanto le da el primer lametón, contemplo cómo Ruth arruga el entrecejo. De pronto abre los ojos y pega un grito.
Ruth- ¡Gilipollas!
Johanna- ¡Eh, pobre Milly!
Johanna no puede aguantar la risa. Empieza a soltar carcajadas que hacen retumbar el suelo. Cuando Johanna se ríe a gusto, se nota. Deja a Milly en el suelo y se tumba boca abajo en la alfombra para a continuación dar golpes en el suelo con la mano izquierda. Me hace más gracia cómo se ríe que la broma, por lo que yo también comienzo a reír. Al final Ruth cae y acabamos todas riendo como locas. Ruth pide silencio. Johanna y yo no paramos hasta que se pone en pie y se coloca el dedo índice sobre los labios. Ambas nos callamos. Entonces entendemos el por qué de nuestro silencio. Suena algo de fondo. Una melodía. Una canción. Parece de un móvil. Nos quedamos en silencio un par de segundos hasta que me doy cuenta de que es mi móvil el que suena. Gracias al buen oído de Ruth. Es el tono de un mensaje. Corro hasta mi mochila y del bolsillo pequeño saco mi viejo móvil. Miro la pantalla. Efectivamente es un mensaje. Liam.
<<Liam- En media hora paso a por tí.>>
¿En media hora? ¿Por qué? ¿Y si estaba durmiendo? ¿Pero qué digo? son las 9 de la mañana. Me conoce de sobra y sabe que a éstas horas estoy despierta. Mi duda es por qué quiere venir a por mí. Ni siquiera sabe si estoy en casa de Ruth o de Johanna. ¿O sí se lo mencioné? No lo recuerdo bien. Si va a venir es por algo. Media hora. Habrá que desayunar rápido.
Cuando doy un paso atrás mirando todavía fijamente la pantalla noto que piso algo irregular. No es el suelo. El pequeño grito de Johanna me hace apartarme. Ella y Ruth se han escondido detrás de mí para así poder ver lo que decía el mensaje. Ni siquiera me he dado cuenta. Serán cotillas.
Samantha- Gracias por respetar mi intimidad.
Ruth- A éstas alturas de la historia deberías saber que privacidad, poca.
Cojo mi mochila y me encierro en el baño. Es el baño más grande que he visto en mi vida. Con un suelo de mármol con motas de color beige y crema. Las paredes de un ligero rosa palo. Suaves. En el centro de la sala se encuentra una enorme alfombra redonda del mismo color que las paredes. Al fondo hay una gran bañera de hidromasaje. Una vez me metí por petición de Ruth para probarla. Johanna nos pilló y se enfadó porque no la habíamos llamado para unirse. Dejo la mochila sobre el largo lavabo compuesto de dos grifos y me miro en el enrome espejo tallado. Saco un cepillo de entre mis cosas y comienzo a peinarme. Me ha crecido mucho el pelo. Toda mi vida lo he llevado corto, pero ahora lo estoy dejando crecer y me gusta bastante. Aunque sigue siendo demasiado liso. Cojo una goma y me hago una coleta para estar más fresca y cambio el pijama por unos pantalones vaqueros cortos claros y una camiseta básica blanca. Me pongo los zapatos que llevaba ayer, me lavo la cara y salgo del baño. En el cuarto solo me encuentro a Milly. Acurrucada entre las sábanas de la cama de Johanna. ¿Adónde han ido? Recorro el interminable pasillo para bajar las escaleras y llegar a la cocina. Bingo. Aquí están. Johanna se ha recogido el pelo rubio en un moño alto, típico en ella y Ruth ni lo ha tocado. No se peina nunca. No lo necesita. Menuda suerte.
En la mesa de la cocina hay un plato repleto de tostadas recién hechas. Veo cómo Ruth engulle con ansia una tostada untada con Nutella. Al verla me ha rugido el estomago y me preparo lo mismo. Johanna saca dos tazas de uno de los armario y un vaso. Las tazas las llena de lo que parece ser café y en el vaso echa zumo de naranja. Deja una de las tazas enfrente de Ruth y el vaso me lo entrega. Me encanta cómo huele el café, pero te engaña. No sabe igual que huele, por eso no me gusta especialmente.
Johanna- ¿Y por qué te quiere raptar tan rápidamente?
Samantha- No tengo ni idea, Jo. Pregúntale a él.
Las tres terminamos de desayunar y ella suben para cambiarse de ropa. Yo me quedo abajo sentada de piernas cruzadas en el sofá del amplio salón. Viendo la tele. Bueno, anuncios. Tarareo alguna de las canciones hasta que oigo como alguien baja estrepitosamente las escaleras. Sonrío al pensar que es Johanna o Ruth, pero me equivoco.
Alex- ¿Qué haces ahí?
Samantha- ¿Y a ti qué te importa?
Suspira de forma agitada y camina arrastrando los pies hasta la cocina. Cuando vuelve veo que lleva un cartón de leche en la mano. No beberé nunca de ese cartón. Mi relación con el hermano pequeño de Johanna ha sido así desde el principio de los tiempos. Nunca los hemos llevado bien mutuamente. Cuando venía aquí siempre se ponía a molestarnos, me insultaba y me gastaba bromas pesadas. Un día me vengué con ayuda de Johanna y las bromitas disminuyeron en cuanto a maldad. No en cantidad. De pronto suena de nuevo el bajar de las escaleras de alguien, y ésta vez sí son ellas. Caminan sonrientes hasta el salón y se sientan cada una a un lado mío. Johanna se ha puesto unos pantalones negros con una camiseta ancha blanca con un estampado extraño de muchos colores. Con sus zapatillas rosas fosforitas. Se ha quitado el moño. Ruth lleva unos pantalones vaqueros parecidos a los míos y una camiseta de manga corta morada y unos deportivos negros.
Ruth- Vaya, vaya. Mini Payne nos deja sin Sammy.
Hablando del rey de Roma. En cuanto termina su burla suena el timbre. Miro mi reloj de muñeca para comprobar la hora. Efectivamente ya ha pasado media hora. Me pongo en pie y le doy un abrazo a cada una. Corro hasta la puerta de entrada y abro. Ahí está. Apoyando una mano en la pared de al lado y mirando hacia su izquierda. Carraspeo con la garganta para que se percate de mi presencia. No puedo evitar inspeccionarle. Lleva una camiseta rojo oscuro con unas letras en un tono más claro y unos pantalones negros. Se ha peinado y está muy guapo. Guapo está siempre, pero ya me entiendes. Se gira para mirarme con una amplia sonrisa que me arrebata el corazón.
Liam- No pensaba dejar el juego tan pronto.

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